El delantero Maxi López expresa con un gesto su decepción por el desenlace de una acción del encuentro. Foto: ALEJANDRO RUESGA
El fútbol es así, dice el tópico por excelencia. Y el Mallorca no ha tardado en comprobarlo. Una jornada. El conjunto isleño tiró ayer a la papelera una ocasión perfecta para arrancar a lo grande y romper con el pobre discurso de las últimas temporadas. Lo consiguió en cuanto a juego y ocasiones, pero se le olvidó la receta para materializarlas y acabó metido en un lío. Un punto para empezar no está mal, pero viendo la forma en la que se escaparon los otros dos resulta muy duro conformarse. Tuvieron que pasar más de quince minutos para que el Mallorca se quitara el pijama y se ubicara en el partido. Hasta entonces, el Recreativo había estado a rebufo de su afición y había aprovechado el éxtasis del Nuevo Colombino para enseñar los dientes y reivindicar su papel digno en esta Liga. Pero una vez superado el primer cuarto de hora el Mallorca agarró la brújula, levantó una pared en la sala de máquinas e inclinó el campo hacia la portería de López Vallejo. Fue una primera mitad de corte áspero, fea y sin contenido, aunque el Mallorca la utilizó para marcar su terreno y ganarse el respeto de su oponente, que poco a poco se fue arrinconando en su área para esperar alguna contra que le solucionara de golpe sus problemas de construcción. De hecho, en todo el primer tiempo los onubenses solo estuvieron en una ocasión a poco centímetros de Prats y ni siquiera llegaron a probar sus reflejos.
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