El proceso de construcción se encuentra todavía en su fase inicial, pero la victoria ante el Espanyol servirá para sentar los cimientos del plantel, que desde finales del mes de agosto ha experimentado cambios de todo tipo. Una buena muestra de ello son las alineaciones que ha presentado Manzano a lo largo de los cuatro partidos de Liga que ha jugado el Mallorca hasta el momento. La evolución, analizada desde el punto de vista estadístico, permite extraer las primeras conclusiones fiables del curso y mirar hacia el futuro con menos dudas. Sin embargo, los focos del debate se extienden por todo el terreno de juego y podrían ser una constante durante todo el ejercicio.
Manzano apostó al principio por un bloque muy similar al que le sirvió de escudo durante la campaña anterior y conservó el clásico dibujo con el que blindó la permanencia (4-4-2). Sin Ibagaza para enganchar las dos líneas más avanzadas -el argentino se sumó a la plantilla después del partido ante el Recreativo-, el de Bailén le entregó los galones a Basinas y Pereyra, con Jonás y Tuni por las orillas y Arango y Maxi unos metros por delante. Esa variante sirvió para contener a un voluntarioso Recreativo y para superar los típicos temores de los inicios, pero para muy poco más. El cuadro se fue estancando sobre la hierba del Nuevo Colombino y el técnico tuvo que agitar el banquillo para dar con la solución correcta. Víctor sustituyó Tuni, Jordi a Basinas, Jankovic a Jonás y Arango se escoró al flanco izquierdo. Y funcionó. El equipo evolucionó y sólo tres minutos después de que se completara el carrusel de cambios la ventaja ya era tangible. Después, un lanzamiento a la desesperada de Cazorla que contó con la colaboración de Prats lo estropeó todo, pero el técnico ya había tomado nota.
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