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Ni Rafael Nadal se va a encontrar los potentes restos de Blake, ni Tommy Robredo se va a encontrar un saque tan blando. El duelo español de la segunda ronda del grupo oro (hoy, 14.00 horas aproximadamente) poco va a tener que ver con lo sucedido el pasado lunes. El mallorquín y el catalán se juegan seguir vivos en la Copa Masters, pero con la sensación de que el balear ha progresado considerablemente en las últimas 24 horas. Es uno de esos partidos que exige valor. Una gran oportunidad para que Nadal recupere la fe y comience a ver la luz en el Torneo de Maestros.

No ha sucedido nada en Shanghai que no entrara en los planes de Rafael Nadal. El jugador mallorquín era consciente de que ante James Blake, uno de los tenistas con mejor resto del circuito, tendría pocas opciones sin poder servir a su nivel habitual. Pero ha sido un deportista que siempre ha valorado los objetivos con perspectiva. No sacrifica nada importante por conseguir una meta a corto plazo. Y tratar de sacar fuerte en el primer partido, con las abdominales todavía con posibilidades de jugarle una mala pasada, era un suicidio. Así que el balear sacrificó la primera plaza del grupo y optó por seguir las pautas previstas.

En las pautas previstas estaba comenzar a sacar fuerte en el entrenamiento de ayer, y lo hizo. Rafael Nadal se pasó más de dos horas y media ejercitándose en el estadio colindante del Qi Zhong y la velocidad de sus saques era muy superior a la del partido ante Blake. El balear es un jugador que acostumbra a lanzar su primer servicio a una media de 200 km/h y su segundo servicio a unos 180 km/h. Y con estas cifras, Nadal es otro Nadal en la pista.

Va a ser un partido distinto por el saque y por el rival. Si Nadal consigue servir a su velocidad habitual llevará la iniciativa de los puntos de «sus» juegos. Con iniciativa puede dominar con su derecha. Y con su derecha en activo es un rival difícil de superar. Además es Tommy Robredo un jugador a la española. Le gustan los intercambios desde el fondo de la pista y que el partido coja ritmo. Justo lo que más beneficia a Nadal.