Jorge Lorenzo, junto a Dani Amatriaín, en el descapotable escoltado por los `moteros´. Foto: MIQUEL ÀNGEL CAÑELLAS

TW
0
Tolo Jaume Celebración y reivindicación se entremezclaron en el gran día de Jorge Lorenzo. El piloto mallorquín celebró ayer en Palma el bicampeonato del cuarto de litro en una jornada que no logró empañar la lluvia y en el que el de Aprilia pudo sentir el calor de una afición mallorquina que aprovechó los festejos para dejar patentes sus necesidades.

Jorge Lorenzo aterrizó en el aeropuerto de Son Sant Joan alrededor de las 17:15 y centró la atención de medio centenar de trabajadores del aeródromo palmesano, que fueron los primeros en vitorearle. Todos los ojos estaban puestos en el piloto, pero los suyos se apresuraron en buscar a su madre María Guerrero, que se fundió en un abrazo con el bicampeón, que de inmediato recibió el cariño de su hermana y los primeros apretones de manos del conseller d'Esports Mateu Cañellas y del presidente de la Federació Balear de Motociclisme, Pepín Yuste.

El campeón ofreció una rueda de prensa en la que lució una sonrisa tan grande como sosegada. El mallorquín, que afirmó que tanto él como su equipo valoran «un poco más» este segundo éxito, aseguró que ha sido un año complicado, pero más fácil que el anterior. Apreció que el cambio de campeón a bicampeón lo ha notado «en el público, que me acepta y me quiere más y es algo que me enorgullece».

Sobre el próximo año comentó que «dejadme disfrutar que en el futuro os daré más alegrías». Y es que el mallorquín, que cree poder luchar por el título de MotoGP «a medio plazo» confía en contar con una moto competitiva y a partir de ahí soñar: «Siempre digo que no hay nada imposible, pero ganar no es aún nuestro objetivo. Lo que hay que hacer es disfrutar, aprender y terminar carreras».