TW
0

Si algo ha quedado demostrado con el paso de los años, es que los delanteros son el mejor aval del Mallorca. Desde que reapareció entre la realeza del fútbol español (campaña 1997-98), el club balear ha basado casi todos sus éxitos en la pegada de varios killers, depredadores de área que se han echado el equipo a la espalda en los tramos conflictivos de la temporada. De Gabi Amato a Dani Güiza, pasando por Tristán, Luque o Etoo, la sociedad anónima isleña siempre ha contado con atacantes de talla internacional con los que sacarle brillo a su historia. Este año, el equipo vuelve a alojarse en una de las zonas más confortables de la clasificación y se debe, sobre todo, a la buena puntería del jerezano, que si son surgen problemas de última hora se estrenará el miércoles como internacional en Las Palmas para ponerse a la altura de sus antecesores. Ahora más que nunca, la tradición del nueve sigue viva.

La mecha prendió con la llegada de Gabriel Omar Amato. El tanque argentino recaló en el Lluís Sitjar procedente del Hércules y lo hizo rodeado de interrogantes, ya que como jugador blanquiazul sólo había rubricado dos goles en 36 encuentros. Sin embargo, su juego se transformó con el clima de la Isla y despachó el ejercicio con trece tantos fundamentales para que el Mallorca cerrara el torneo acostado junto a los grandes. Marcó otros dos goles en la Copa del Rey y fue traspasado poco después al Glasgow Rangers por unos nueve millones de euros.

Al Mallorca le costó poco dar con un relevo de garantías. Dani García Lara, al que el Madrid había despreciado, llegó a la entidad por menos de 400 millones de pesetas y nueve meses más tarde se iría al Barcelona por una cantidad cinco veces superior. Antes de eso selló doce dianas en la Liga, dos en la Copa y otros cuatro en la Recopa que le ayudaron a enfundarse la camiseta de la selección.

Tras la salida del catalán, Fernando Vázquez rescató a Diego Tristán del filial y le convirtió en uno de los delanteros más desequilibrantes que ha abrazado el fútbol español en la última década. Albert Luque, compañero del sevillano en el equipo nodriza, tuvo que trabajar mucho más para adquirir su plaza en la primera plantilla, pero lo consiguió después de una provechosa cesión al Málaga. Al final, los dos acabaron empotrados en las filas del Deportivo a cambio de un montante espectacular y el Mallorca siguió sobreviviendo.

Entre uno y otro empezó a destacar el que poco después se erigiría en el mejor futbolista que ha pasado por el club en sus más de noventa años de historia: Samuel Etoo. El delantero camerunés creció poco a poco como bermellón, participó en las mayores gestas rojillas y paseó su garra por los mejores campos de Europa antes de ingresar en el top ten del balompié mundial. Antes de irse formó un binomio devastador junto a Walter Pandiani, que también logró en Mallorca sus registros más deslumbrantes de la Liga. El Rifle, ahora en las filas del Osasuna, levantó la Copa del Rey en el año que pasó a préstamo en Palma y su cotización subió de forma asombrosa.

Los últimos ejemplos de la bonanza de la que se alimenta el ataque bermellón han recaído sobre Luis García y Dani Güiza. El asturiano aterrizó en el ONO Estadi tras descender con el Murcia y se reivindicó como un jugador incansable (sólo se perdió un partido del campeonato) y comprometido. Se fue al Espanyol por tres millones de euros y el equipo se quedó huérfano en ataque, a expensas de la calidad de un centrocampista con llegada como Arango. Afortunadamente, Güiza ha puesto las cosas en su sitio.