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Miquel Alzamora Desde que en junio de 2003 el Real Mallorca consiguiera en Elche el título de Copa, los baleares han entrado en barrena. Ni por asomo se acercan a la final y sólo la temporada pasada accedieron a octavos. El resto de campañas encadena fracaso tras fracaso, rozando incluso el ridículo como cuando el Alcoyano de Segunda B goleó al cuadro balear (4-1) la temporada 05/06.

Ganar la Copa fue el título más sonado del que ha gozado el mallorquinismo, pero el precio que se ha pagado es excesivo. Pese al interés de la hinchada en este torneo, los futbolistas han parecido despreciar un año tras otro el preciado metal, rompiendo de golpe con los sueños de una afición que ha demostrado hasta en tres finales su entusiasmo por esta competición.

Tras el nuevo esperpento protagonizado en Pamplona, el desánimo se ha incrustado de nuevo en la grada. Otra decepción, salvo que el grupo eche mano del amor propio, del respeto a la camiseta que llevan y de la responsabilidad de hacer lo posible para evitar «regalar» otra vez el pase a una eliminatoria más.

La maldición arrancó en la campaña 03/04. La competición modificó su reglamento en favor de los equipos de inferior categoría que tenían la oportunidad de jugar contra un Primera a partido único aumentando sus opciones de clasificarse para siguientes eliminatorias. Cayeron muchos en la trampa, entre ellos el Mallorca. Ese año ganó al Sabadell (2-4), pero cayó en 1/16 frente al Levante de Segunda A (2-0). El primer gran tropiezo de la «era moderna» fue el año siguiente. Tras eliminar al Rayo (0-1) con gol de Farinós, el Mallorca cayó contra el Lanzarote por dos tantos a uno. El golpe anímico fue absoluto y se habló abiertamente de ridículo. Sin embargo, el equipo no aprendió la lección y cayó de nuevo la 05/06 contra el Alcoyano (4-1). Se superaba la situación anterior. La campaña anterior se eliminó al Athletic en 1/16 y cayó frente al Deportivo en octavos. Ahora el nuevo verdugo viste de rojo.