Tres años de contrato y un proyecto forrado de ambición que culminaría a medio plazo. Las pretensiones de Gregorio Manzano ya están sobre la mesa. El técnico jienense ha definido muy bien su tratado de intenciones durante las reuniones que ha mantenido con el Mallorca a lo largo del últimos mes (la más reciente se celebró a finales de la semana pasada) y las dos partes han descubierto sus cartas. El club balear, que no es partidario de sellar acuerdos de larga duración, está dispuesto a hacer un esfuerzo ofreciéndole la renovación para las dos próximas temporadas, pero parece casi imposible que se adapte plenamente a las exigencias del andaluz. En cualquier caso, y teniendo en cuenta que la parte económica está casi resuelta, el acuerdo podría quedar apalabrado antes de que finalice la semana.
El tira y afloja comenzó hace menos de treinta días, coincidiendo con la concentración que realizó la plantilla mallorquinista en Santander. El gerente bermellón, Pere Terrassa, y el director deportivo, Nando Pons, se reunieron a manteles con el técnico para ofrecerle la posibilidad de que siguiera al frente del primer equipo y se inició un proceso que se adentra ahora en su epílogo. Los gestores de la sociedad anónima isleña le transmitieron su confianza y le agradecieron el trabajo desarrollado en los últimos tiempos. Sin embargo, durante el cónclave se abordaron pocos detalles y se habló a grandes rasgos de lo que serían las líneas maestras del futuro proyecto, tal y como confirmó horas después el propio entrenador. A partir de ahí, el de Bailén le cedió el testigo a su agente, Manuel García Quilón, y simplemente subrayó su deseo de seguir progresando, más a nivel deportivo que económico. Y eso, según su punto de vista, pasa por garantizar la estabilidad en el puesto. Manzano quiere tiempo para moldear un plantel a su gusto y de lo contrario, exigirá una inversión importante. Pretende dejar atrás las estrecheces que caracterizan a los isleños y mirar hacia arriba, aunque para escalar tenga que hacerlo en unas cuantas etapas. Él mismo reconocía hace poco, en una entrevista concedida a este diario, que es muy feliz en la Isla y que para renovar le gustaría que se siguieran haciendo bien las cosas. Y todo a punta a que así será.
El Mallorca, en cambio, podría romper su rutina habitual para satisfacer una parte de los deseos del técnico. El club de Son Moix no acostumbra a firmar contratos de más de una temporada (con Cúper lo hizo y no le funcionó), aunque podría hacer una nueva excepción. A pesar de que el equipo no disfruta ahora de su mejor momento (en las últimas diez jornadas se ha mostrado como el conjunto más flojo de Primera división), en la planta noble del ONO Estadi valoran el trabajo del jienense y están a favor de prolongar una estabilidad que tiene un valor altísimo. Si los dos ceden unos centímetros, como así parece, el acuerdo quedará apalabrado muy pronto y a continuación será rubricado oficialmente.
Lo que también está claro es que ni el club ni el entrenador van a permitir que la situación se dilate demasiado en el tiempo. Ambos quieren divisar el futuro con cierta tranquilidad para empezar a levantar cuanto antes los cimientos del nuevo edificio. El año pasado, siguiendo un modelo muy parecido al actual (con crisis de resultados incluida), el acuerdo se firmó en la primera semana del mes de enero y los resultados de todo aquello han sido notables. Una vez atado el banquillo, el club amarró también a los jugadores con los que pretendía seguir contando y culminó los primeros fichajes del siguiente ejercicio. El plantel se fue de vacaciones con un bloque prácticamente armado, que sólo necesitó un par de retoques durante el verano. Es el camino a seguir. Además, el año pasado la escuadra isleña cogió un impulso tremendo justo después de que se asegurase la continuidad de Manzano y su autoridad en el interior del vestuario se consolidó por completo. El final del culebrón se acerca, y por lo que parece, volverá a ser feliz.
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