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Circulaba un río de gente en busca de sus vehículos, apresurada, con la cabeza gacha. No se oía nada, como si hubiera ocurrido una tragedia. Todo el mundo trataba de masticar una de las derrotas más inexplicables que recuerda el deporte profesional, y por supuesto la más antológica que se ha visto en el Pavelló. Nadie adivinaba a descifrar un partido tan extraño como hiriente, que se había clavado como un cuchillo en el corazón de la afición. Habituada como estaba a los fastos y a la jarana, nadie esperaba que lo de ayer acabara como acabó. Y es que el Menorca andaba firmando uno de los mejores encuentros del curso, sometiendo al Estudiantes de una forma espectacular. Había logrado la máxima (63-36) a poco de cerrar el tercer cuarto, y todo invitaba a la chanza.

Pero de repente el cielo de nubló. El Estudiantes iba tratando de cerrar la herida del average, intentando disimular su derrota. Y de pronto se encontró metido de lleno en el partido con un triple de Sergio Sánchez. Al Menorca le empezaron a sudar las manos y los bases se colapsaron. El parcial de 8-32 del último período lo dice todo. El cortocircuito fue de tal dimensión que al equipo colegial le acabaron sobrando puntos, fruto de un robo en el último segundo de Larry Lewis. La pifia de ayer es mayúscula, y ahora sólo queda por ver si traerá consecuencias (73-77).

Todos los focos se han dirigido hacia los bases, los encargados de gestionar situaciones tan delicadas como estas. Marinovic había firmado unos buenos números en lo personal, pero desde el inicio fue capaz de repartir el género entre sus clientes. Varda no lanzó a canasta en todo el partido y Moss tuvo que buscarse la vida entre rebotes y balones doblados por Stojic, el máximo asistente ayer. Lo de Mendiburu tiene peor pinta. Acabó con -5 de valoración y da la impresión que sigue afectado por su lesión en el hombro. O eso, o no está en la misma sintonía que el resto. Lo cierto es que ninguno de ellos fue capaz de deshacer la madeja, y el Menorca lo pagó en un final caótico, esquizofrénico. La grada se frotaba los ojos, porque resultaba impensable.

Y es que diez minutos antes la afición jaleaba a Marinovic, a Bazdaric o a Stojic, que se iban al banco en busca de aire. El ViveMenorca había cerrado un parcial de 21-4 tras el descanso que le había dejado con un partido plácido, sencillo. Ganaba 61-34 tras un triple del base serbio y el tercer cuarto acabó con una distancia sideral (65-45). Lo de antes había sido un monólogo isleño, amparado en una extraordinaria defensa y en un enclenque ataque foráneo.

Pero nadie esperaba este cierre de función. Lewis y Young enseñaron el camino en el arranque del último período, en el que sólo un triple de Bazdaric rompió la dinámica negativa (68-54). El parcial se fue disparando y cuando llegó hasta el 0-21 el Menorca se dio cuenta de que estaba en plena caída libre (68-69). Marinovic, Mendiburu, Stojic, Cazorla... un balón perdido tras otro, hasta seis. Stojic devolvió la ventaja con un triple, pero el Estudiantes se fue a la línea de personal y a Sergio y Lewis no les tembló el pulso.