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El Mallorca empieza a incorporarse. O eso parece. La escuadra de Manzano volvió a exponer su versión más ilusionante en La Romareda y sólo sus propios errores le privaron de anotarse un triunfo que hubiera sido terapéutico. Es una lástima, porque la ocasión y los argumentos lo merecían (2-2).

Y eso que los rojinegros habían despertado mucho antes que su anfitrión. El cuadro insular, ordenado y con el guión perfectamente memorizado, anuló por completo al Zaragoza en el génesis del encuentro y se llenó los bolsillos. Arango marcó el terreno con un libre directo (minuto 6) y a partir de ahí, todo el camino se hizo cuesta abajo. Jonás pidió el turno y abrió un socavón por la orilla izquierda, mientras Trejo aplicaba explosivo en el corazón de la zaga maña gracias a su movilidad. El Mallorca ha encontrado en el argentino el fichaje de invierno que necesitaba y éste se ha destapado como uno de los tipos más valiosos del vestuario. Ha perdido la timidez sobre el campo y es capaz de aportar cosas diferentes, especiales. Hay futbolista.

El cénit bermellón llegó tras archivar los quince primeros minutos del careo. El equipo de Manzano seguía cargando el juego hacia el carril zurdo y en una de sus incursiones, el Galgo pasó por encima de Diogo para entregarle un gol en bandeja a Varela. El sevillano fusiló sobre la marcha a César y firmó uno de esos golazos que le caracterizan. El Zaragoza, que hasta ese momento no era más que la representación del caos, bajaba las alas y la cabeza (minuto 16). La superioridad visitante era absoluta, casi insultante. Y paradójicamente fue ahí donde empezó el declive. El Mallorca movía el balón a su gusto y despedazaba la defensa blanquilla cada vez que le apetecía, pero estaba tan cómodo sobre el campo que empezó a sestear. Sobre todo en defensa, donde los errores no admiten correcciones de ningún tipo. Y lo pagó. David Navarro no despejó bien un balón sin veneno y Lux se confío a la hora de atraparlo, permitiendo que le robaran la cartera. Diego Milito, que pasaba por allí, sólo tuvo que cabecear el cuero para deshacer el nudo que los baleares le habían hecho al partido. Un mazazo injusto, pero también letal (minuto 23).

Después de resetear el choque, el Zaragoza fue cogiendo color. Oliveira salió de la cueva para examinar los reflejos de Lux y aunque el Mallorca se revolvió con otro jugadón de Trejo, las fuerzas ya estaban equilibradas. O mejor dicho, comenzaban a decantarse del lado local. Lux justificó su error anterior con una parada enorme a disparo de Milito y demostró que los metas argentinos son imprevisibles, capaces de lo mejor y de lo peor en apenas un par de segundos. Eso sí, no pudo hacer nada para evitar que el Zaragoza cogiera ventaja. Diogo se recuperó por unos instantes del dolor de cabeza que le estaba provocando Jonás y se proyectó con éxito en ataque, sirviéndole a Milito una asistencia de crack, de las que el Príncipe no perdona (minuto 32). En el descanso los dos técnicos le pasaron el borrador a la pizarra y cambiaron el rostro del partido, que tenía cada vez más pimienta. Víctor sacó a Óscar y Manzano volvió a apoyarse en Güiza, al que situó junto a Trejo tras mandar al banquillo a Varela. El encuentro estalló en mil pedazos. Y uno de ellos cayó sobre el Zaragoza, que tiró a la basura todo lo que había conseguido por culpa de su candidez defensiva. Así, Güiza sacó petróleo a balón parado y los baleares se sumergieron de nuevo en el intercambio de golpes. Justo en el momento preciso (minuto 61).

En la última parte del combate el Mallorca se hinchó a malgastar las ocasiones que fabricaba Jonás y dejó que el Zaragoza se escapara vivo. Una pena.