Rafa Nadal sufre un tropiezo en un lance del encuentro que ayer disputó ante Jo Wilfried Tsonga en la semifinal del Abierto de Australia. Foto: EFE/DENNIS M. SABANGAN

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Miguel LuengoMELBOURNE

Los zarpazos de Jo Wilfried Tsonga destrozaron al mallorquín Rafael Nadal que sucumbió ante la poderosa pegada del jugador francés que le apartó de la final del Abierto de Australia por un contundente 6-2, 6-3 y 6-2

Once años después de que otro isleño, Carlos Moyá, irrumpiera en la final del primer grande de la temporada, Nadal tuvo una gran oportunidad para igualar al menos a su compatriota y amigo, pero en una tarde-noche desgraciada para él se topó con un rival inspirado, desvergonzado en su juego y contundente a más no poder que le arrasó en todos los sentidos.

Nadal no había cedido un parcial hasta esta ronda, y había salvado nueve puntos de set ante sus rivales, pero ante el cuarto francés que le salió al paso este año solo pudo ganar siete juegos en apenas una hora y 57 minutos de lucha desigual, en la que dispuso únicamente de tres puntos de rotura, y no pudo confirmar ninguno.

Recordará seguramente Nadal este partido toda su vida, porque después de tener un cuadro más que asequible no pudo alcanzar la final de este grande, todo por culpa de un rival que le sacó de quicio y no le proporcionó el ritmo que el de Manacor necesita.

Ante un jugador que pega plano y bajo, Rafa no pudo moverle. Ante un rival que destroza con su servicio fue incapaz de robárselo. Ante un oponente que falla en carrera, Rafael no consiguió desestabilizarle y así beneficiarse de sus errores.