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Fernando Fernández Era el día de Alberto Contador. El vencedor del último Tour de Francia conocía antes de la salida que el Tour había dejado fuera de sus planes al Astana, y tenía ganas de reivindicarse y demostrar con una victoria que la ronda gala no iba por el buen camino. La etapa se prestaba (162'4 kilómetros y cuatro cotas de montaña). Y el madrileño se encargó de sacar toda la rabia contenida y convertirla en pedaladas hacia una victoria que se quedó a ocho kilómetros de ser una realidad. En un final tan accidentado como una jornada en la que el Astana capitalizó el protagonismo, José Joaquín Rojas (Caisse d'Epargne) se iba por los suelos en el sprint en plena lucha con Philippe Gilbert (Française des Jeux) y el belga, a quien se reprochó un codazo que dejó fuera de combate al murciano, volvía a alzar los brazos para repetir victoria y apuntalar el liderato recuperado en el Port d'Alcúdia.

Con cuatro puertos por delante, los primeros kilómetros se convirtieron en un período de tregua. El Astana quiso vaciarse para que Colom y Contador tuvieran sus opciones de cara a la etapa y la general, pero no fue hasta la segunda ascensión al Coll de Sa Batalla cuando llegó el momento decisivo. Escapados Jesús del Nero (Saunier Duval) y Rein Taarahae (Cofidis), por detrás se envalentonó Contador. El madrileño explotó donde mejor lo hace, sobre la Trek, y lanzó un demoledor ataque que no encontró respuesta. La escalada del último maillot amarillo del Tour resultó prodigiosa. Tanto, que liquidó los cinco minutos que les separaban, les rebasó y emprendió el viaje en solitario hacia la meta de Inca. Quedaba lo mejor y en el descenso del Puig Major hacia Sóller, pero en especial camino de Deià y Valldemossa, el de Pinto alimentó el sueño que serviría para demostrar al mundo que es un tío grande. En Sa Pedrissa, Caisse d'Epargne fue consciente de que la general peligraba, pero Contador mantenía el tipo hasta que el descenso, en el tramo entre Santa María y Binissalem, dictara sentencia. Pese a que el gran grupo fue consciente del valor simbólico del posible triunfo de Contador, algunos no lo entendieron así y pisaron el acelerador. Tras Binissalem, fue consciente de que llegaba el fin y el corredor se llevaba la felicitación y el consuelo de sus compañeros. Lanzado el sprint en Inca, el pulso entre Gilbert y Rojas acabó con el español besando el asfalto y el triunfo del belga, con el permiso de un Colom que acabó cuarto y demostró que tiene una motivación añadida.