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Juan Fernando Arango ha vuelto. El futbolista venezolano, que había consumido media temporada sin generar demasiadas noticias, ha sacado al Mallorca del atasco en las dos últimas jornadas y el equipo vuelve a respirar tranquilo gracias a su zurda. El internacional vinotinto, reconciliado ya con la grada del ONO Estadi, está a punto de igualar sus números más brillantes como jugador de la Liga y ha revalorizado sus acciones personales. Si mantiene el nivel en este último tercio del campeonato, Manzano puede relajarse.

El '18' bermellón empezó la temporada apagado y le costó más de lo previsto meterse en la dinámica de la competición. Pasó en blanco los cuatro primeros episodios del torneo y no despertó hasta el quinto, aunque su llegada fue fulgurante. Dirigió las remontadas ante Valladolid y Getafe y agrandó después la cuenta ante el Espanyol, pero a partir de ahí cayó otra fase oscura. De hecho, estuvo once jornadas sin perforar la portería contraria y sólo reapareció cuando el Atlético se asomó por Son Moix. Sin embargo, su juego seguía sin enamorar y era incapaz de firmar un solo tanto lejos de Palma. Hasta que llegó el partido del Coliseum, hace ahora diez días. El Mallorca agonizaba (perdía 3-1 y jugaba con un hombre menos). Renovó su catálogo de libres directos y asistió a Ramis en el gol del empate. Después de mucho tiempo, Arango volvía a sonreír.

El pasado domingo estalló por completo. Abrió el marcador y después de establecer una conexión terrorífica con Güiza selló una tarjeta de tres tantos, igualando aquel recordado hat-trick de hace dos temporadas frente a la Real Sociedad. El partido era tan cómodo que el técnico decidió sustituirle cuando todavía faltaba casi media hora de juego. Fue entonces cuando el mallorquinismo le premió con el mejor regalo que puede recibir un futbolista. El estadio se puso en pie y le arropó a su salida del campo con una ovación muy especial. Se acabaron las diferencias. Al menos de momento.