Dani Güiza, Borja Valero y Ramis felicitan a Juan Arango tras el gol anotado por el venezolano. Foto: MONSERRAT

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Permanencia a la vista. A falta de nueve jornadas para que la Liga cierre sus ventanas, el Mallorca ya huele la salvación y está a punto de cuadrar el primer balance del ejercicio. El equipo balear ha aprendido a gestionar la presión que carga habitualmente en su mochila y anoche despachó con éxito uno de esos encuentros que suelen ajustar cuentas en el futuro. Lo hizo marcando muy bien los plazos, con muy poco brillo y ninguna estridencia. Una victoria a secas. De hecho, tampoco hacía falta nada más. Al menos a simple vista, el objetivo parece cumplido (1-0).

No era una función cómoda. El Mallorca era consciente de que tenía que amordazar a uno de los conjuntos más resbaladizos del torneo y pese a ello, tardó casi diez minutos en recorrer el carril de incorporación al encuentro. La culpa del retraso la tuvo el Dépor, que se presentó sobre la húmeda alfombra de Son Moix con una de las propuestas más conservadoras que se han expuesto esta temporada en el Camí dels Reis. Eso llevó a que el gélido ambiente del estadio (la Semana Santa y la lluvia se notaron demasiado) calara de lleno en el partido, que poco a poco se fue adaptando a las previsiones más optimistas de Lotina. Los gallegos, recostados tras la trinchera, fueron blindando su parcela y se sentían cada vez más seguros. Más juntos. Más arropados.