David Villa y Fernando Torres celebran el primer gol de la selección nacional en el encuentro de ayer. Foto: FELIX ORDOÑEZ

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Roberto Morales|INNSBRUCK
David Villa prolongó su momento dulce goleador con España y lanzó a la selección a un triunfo vital en el debut ante Rusia, sumando al toque una demoledora pegada, como carta de presentación en la Eurocopa 2008.

España fue fiel a la historia. Sólo había caído en una ocasión en un estreno en la Eurocopa y no falló. Aumentó, de paso, su racha de imbatibilidad, -no ha perdido en los últimos 17 encuentros-, saldó cuentas pendientes con Guus Hiddink tras el Mundial de Corea y Japón, y, sobre todo, devolvió la ilusión para comenzar a soñar.

Un trueno a veinte minutos del inicio desató una fina lluvia que acompañó todo el partido. Miraban al cielo los españoles pensando que la velocidad que iba a adquirir el juego favorecía a los rusos, en teoría mejores físicamente. La calidad, factor decisivo, era otro asunto.

A España le costó quitarse de encima la ansiedad del debut. Ser la última en saltar a escena nunca favorece. Llegó la hora de la verdad y pusieron sobre el tapete un nuevo estilo, radicalmente distinto a las pruebas previas. El toque por bandera, pero acompañado de velocidad y una profundidad que se convertía en oro en botas de Fernando Torres y David Villa.

Llegaban a la Eurocopa como una de las mejores parejas de baile del fútbol mundial, pero desde ayer consolidaron una relación que debe ser garantía de éxito y de gol, mucho gol, para la 'roja' en el presente campeonato.

No sorprendió Rusia a Luis Aragonés. Sabía de antemano las cualidades de un combinado que dejó a Inglaterra por el camino. Avisó de los contraataques rápidos de Bilyatedinov y Sychev por bandas o la velocidad de Zyrianov, rompiendo por el centro. En el campo fue difícil frenarlo.