Los mallorquines Rafa Nadal y Rody Fernández, durante el desfile de la ceremonia de inauguración.

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Javier MuñozPEKÍN

China por fin hizo ayer realidad su sueño de organizar por primera vez unos Juegos Olímpicos y para celebrarlo apeló a su tradición pirotécnica para dar la bienvenida al mundo con una explosión de espectaculares fuegos artificiales.

El secreto del último portador de la llama olímpica se desveló en la persona del veterano gimnasta Li Ning, triple oro en Los Angeles'84, que cual trapecista recorrió suspendido en el aire toda la cornisa del estadio del Nido del Pájaro para encender el pebetero rojo, que simboliza un rollo de pergamino.

Hu Jintao, el presidente de China, había declarado minutos antes inaugurados los Juegos de la XIX Olimpiada en un palco repleto de jefes de estado, entre ellos el de Estados Unidos, George Bush, y el de Francia, Nicolas Sarkozy.

Los organizadores consiguieron su propósitos de despolitizar los Juegos y se dieron un baño de multitudes ante casi cien mil entregados compatriotas.

El momento más esperado durante años por los chinos, las 8 de la tarde del mes

octavo de 2008, llegó puntualmente con un espectacular estallido de fuegos artificiales que llenaron de colores el plomizo cielo pequinés.

2008 tamborileros, no podía ser otro número, habían hecho segundos antes una espectacular cuenta atrás tocando el «fou», un instrumento de percusión recubierto de bronce y que ya se usaba hace tres mil años.

Sin tiempo para tomar aliento, una colosal secuencia de 29 pisadas estampadas sobre el aire partieron de la céntrica plaza de Tiananmen hasta terminar en el mismo estadio y con ello recordar al mundo que la pólvora es uno de los grandes inventos de China.