Tal vez sea la vez en que más tarde ha saltado a la pista Rafael Nadal a lo largo de su corta, pero dilatada carrera deportiva. Minutos antes de la medianoche en la capital china, el balear y Melzer iniciaban con el protocolario sorteo un duelo de madrugada en el que el billete a las semifinales, y un buena porción de las tres medallas en juego estaban sobre la pista. Tal vez ha sido el partido menos multitudinario de los que ha disputado el balear, que se las veía con un superviviente de una parte del cuadro carente de gancho, que tenía como premio optar a un hueco entre los cuatro mejores y enfrentarse al futuro número uno del mundo. Más si cabe todavía tras la eliminación de Roger Federer a manos de James Blake (6/4 y 7/5). Un resultado que evidencia la cuesta abajo sin frenos por la que transita el único tenista capaz de soportar el frenético ritmo impreso por un Nadal lanzado hacia la gloria olímpica y que no podrá firmar la final más esperada ante el suizo, fuera de sí y lejos de ser el de hace no mucho tiempo.
La lluvia prolongó hasta la madrugada el antepenúltimo paso de Rafael hacia el olimpo. Melzer se presentaba como un rival duro con el saque, consistente en sus golpes y en su mejor momento (hace unas semanas ganó en Kitzbuehel). Pero todos los argumentos parecen pocos para doblegar al heredero de Roger Federer al frente del ránking de la ATP (en apenas 72 horas será efectivo). Melzer lo intentó de inicio de todas las formas, golpeando al límite, buscando los ángulos y la línea de fondo. Pero siempre topaba con un Nadal que le endosaba un break a las primeras de cambio, en apenas tres minutos de juego efectivo.
Con su servicio, dudas las justas y poco más que buenas intenciones en el resto de su adversario. 2-0, el primer set encarrilado y la cuenta atrás hacia las semifinales era efectiva. A la par, Djokovic rompía el saque de Monfils y ponía la directa hacia un duelo cuyo último episodio cayó del lado del serbio. Fue en Cincinnati y con el manacorí al límite de sus fuerzas, ya como número uno virtual.
Nervioso, atrapado por la red del español, Melzer mostraba síntomas de intimidación ante un Nadal que hacía lo justo y sólo erraba a la hora de adornarse. Otro resto ganador, 3-0, y ya no había partido, y lo mejor, el desgaste del balear no es que fuera mínimo, no existía. La mejor muestra, el cuarto juego, en blanco y sin apenas correr.
Mucha gente ya desfilaba para casa o el hotel. No eran horas y no había nada nuevo que ver. Sólo algún destello de calidad de un Rafa que por entonces ya debía estar pensando en guardar fuerzas para plantar cara al hueso más duro de roer camino del oro, con el permiso de Blake, beneficiario de la crisis de Federer.
En apenas diecinueve minutos, el 5-0 hablaba de la poca historia de un partido plácido. Demasiado para estas alturas del torneo. Con su saque, y en 23 minutos, el primer set, además en blanco (6/0), ya era de Nadal, quien ayer no podría quejarse de la humedad durante una noche fresca en Pekín. Ni de eso, ni del rival, un amigo al otro lado de la red.
El segundo parcial comenzaba igual que el anterior. Rotura de servicio, debilidad manifiesta de un rival muerto moralmente y comodidad para Nadal en un partido que más pareció un entrenamiento en algunas fases. La única motivación especial era saber si Melzer sería capaz de ganar algún juego o se iba a marchar con dos 'roscos' en la estadística. Lo hizo, igualó a uno el segundo parcial, llevó hasta el límite el tercer juego y se puso por delante (2-1). Le puso más que el toque de emoción, el anecdótico a un partido sin apenas color, y al que el centroeuropeo le empezó a coger gusto cuando tenía mucho que ganar, y poco que perder (3-2 para Melzer). Falsa alarma, Rafa lo tenía todo bajo control pese a la insistencia del austríaco por alargar su agonía y estirar el partido.
El mallorquín parecía ir a medio gas, dosificando sus golpes ganadores y poniendo una marcha menos a la caza de cada bola. El noveno juego rubricó lo que todos ya sabían. Break de Nadal (5/4), desesperación de Melzer y los dos pies metidos en las semifinales. Ahora es cuando el sueño empieza a cobrar forma.
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