Grande, junto a Manzano y varios jugadores, durante la presentación del equipo anoche en Son Moix. Foto: PERE BOTA

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El Mallorca decidió anoche jugar con fuego. Y en un escenario envuelto en llamas, alguien tenía que quemarse. En este caso, el peor parado fue Vicenç Grande. No corren buenos tiempos para el empresario y ayer, en medio de esa gran fiesta que él mismo había preparado y en un escenario particularmente propicio, encajó un golpe terrible, sin duda el más doloroso desde que decidió subir al puente de mando de la SAD que todavía gestiona. El aún presidente y máximo accionista del club comprobó que la masa social le ha dado la espalda, que está hastiada de recibir malas noticias, que necesita estímulos, ilusiones. De hecho, apenas tuvo espacio para su tradicional discurso de presentación del proyecto. En cuanto irrumpió sobre la alfombra de Son Moix, le engulló la ira de la grada. Algo podía intuirse, pero seguramente ni él esperaba una reacción tan vehemente y dimensionada. Los silbidos, los abucheos y los cánticos peor intencionados fueron sus tristes compañeros de viaje durante una alocución histórica, tan llena de veneno como reducida en su extensión. Cuarenta y cuatro segundos de agonía y esperpento. Afortunadamente, la actuación se escenificó frente a un auditorio de no más de seis mil espectadores. El trago era amargo y difícil de digerir, aunque podía haberle sabido peor. Mucho peor.

El enfado de la afición se mascaba en el ambiente. No se veían grandes pancartas ni referencias a modo de protesta, pero cuando comenzaron los actos de la presentación había más humo que gente en las gradas. Era la primera señal negativa, un síntoma claro de que los seguidores no aprueban casi nada de lo que ha sucedido en los últimos meses junto al Camí dels Reis. En cualquier caso, fue una lástima. Sobre todo, porque el espectáculo que había preparado el club merecía mucho la pena. Novedoso, original y muy llamativo.