El baloncesto mallorquín tiene una cita con la historia. La selección española se ha propuesto hacer vibrar de nuevo a todo un país, y Rudy Fernández se ha fijado la meta de dar a Balears su primera medalla olímpica en este deporte. El futuro escolta de los Blazers será uno de los animadores de un partido (14:00, hora española; 20:00 en Pekín) que tiene dos nombres propios: Pau Gasol y Sarunas Jasikevicius. Los líderes de España y Lituania no se conforman con llegar hasta este punto y quieren dar el paso definitivo hacia las medallas. La semifinal más apasionante "Argentina y Estados Unidos disputan a las 16:15 un partido con claro favorito- otorga al menos una plata para su ganador y la oportunidad, en caso de que sea España la que salga mejor parada, de saldar la cuenta pendiente que tienen con Kobe, LeBron y compañía, los únicos que han podido frenar hasta el momento a los hombres de Aíto. Y de qué manera (119-82).
Primero toca Lituania, un rival acostumbrado a moverse a estas alturas del torneo, pero que jamás ha logrado sobrepasar el límite natural de las semifinales. Bronce en Barcelona 92 y Sydney 2000, y cuartos en Atenas 2004, los de Butautas saben que España era uno de los peores adversarios con los que podían topar, pero también que es una de sus últimas oportunidades para hacer algo realmente grande para el pequeño país báltico. La historia habla de un 11-8 global para los campeones del mundo, que en su última y reciente confrontación con los lituanos (24 de julio en Ourense) barrieron de la pista (91-66) a uno de los mejores bloques del viejo continente.
La primera vez que la nueva Lituania y España se encontraron fue en Eivissa, en un choque de preparación de los Juegos Olímpicos de Barcelona, con triunfo claro para los ex soviéticos (97-107), que en el último precedente en competición oficial, en el Mundial de Japón de 2006, cayeron de manera estrepitosa ante los por entonces jugadores dirigidos por 'Pepu' Hernández (89-67).
Es el cinco báltico un grupo que derrocha calidad, pese a las ausencias de algunos de sus NBA (Songaila o Ilgauskas), y que tiene en Jasikevicius a un líder carismático y bien definido. El director de juego, uno de los jugadores más cotizados del mercado mundial, ha promediado 12'7 puntos (45% en triples) y 5'5 asistencias por partido y en cuartos, fue el verdugo de una China que no pudo soportar el frenético ritmo impuesto por el jugador eternamente pretendido por el Barça.
La ambición por jugar una final tras quedarse en tres ocasiones a las puertas y la presencia de nombres con peso específico dentro del baloncesto continental (Kaukenas, Lavrinovic, Keliza, Jasaitis o Siskaukas) dan forma a un bloque duro en la pintura, extremadamente peligroso desde el perímetro y que en sus filas reúne a buenos pasadores e infalibles tiradores que pueden complicarle las cosas a España.
Nuestra selección está ante una oportunidad única para, al menos, igualar la mayor gesta olímpica que recuerda nuestro baloncesto. Veinticuatro años después, casi un cuarto de siglo ha pasado desde Los Àngeles 84. Desde aquella semifinal ante Yugoslavia y aquel madrugón. Beirán, Llorente, Arcega, Margall, Jiménez, Romay, Fernando Martín, Corbalán, Solozábal, De la Cruz, Iturriaga y Epi, con la dirección magistral del legendario Antonio Díaz Miguel, se colaban en una final que era más un premio que un desafío. Ante un joven Jordan y con Estados Unidos jugando en casa, la plata sabía a oro. Ahora, el peldaño más elevado del podio está al alcance de Aíto y sus hombres, enter ellos un mallorquín que cuenta los días para ir a la NBA, Rudy Fernández.
Camino de mejorar el cuarto puesto de Moscú 80 y con la plata de Los Àngeles a tiro, España aguarda un día grande previo a la final del domingo (8:30, hora española). «Sería increíble conseguir una medalla», decía Rudy tras aplastar a Croacia en cuartos. La entonación de Calderón y de Garbajosa, unidos al desparpajo de Ricky Rubio, la calidad de Rudy y el carisma y facilidad anotadora de un motivadísimo Pau Gasol, el verdadero motor de España en cuartos y en la despedida de la primera fase ante Angola, han disparado las expectativas de una España que invita a soñar.
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