Los jugadores españoles celebran el triunfo ante Lituania.

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Rudy Fernández ya tiene otra medalla que colgar en su sala de trofeos, dando la quinta presea para el deporte balear en Pekín en lo que supone todo un hito tras las tres de oro conseguidas en Barcelona 92, neutralizadas por los dos títulos, las dos platas y la que se ha asegurado el futuro escolta de los Blazers. El escolta mallorquín fue uno de los revulsivos que precisó España para dar la vuelta a una semifinal que se puso cuesta arriba en el tercer cuarto (62-66, minuto 30), pero que los de Aíto supieron enderezar echando mano de una de sus principales armas: la defensa. La misma que neutralizó a Jasikevicius durante los dos primeros parciales, agotó los recursos bajo los tableros de Lituania y le llevó a buscar desesperadamente el talento de su líder y el acierto desde más allá de 6,25 para sobrevivir e intentar alcanzar una final que se les escapa por tercera vez consecutiva. Veinticuatro años después de la gesta de Los Àngeles, el baloncesto español regresa a una final olímpica. Y quiere rebasar ese límite otra vez ante Estados Unidos (domingo, 8:30 hora española), que no se apiadó de Argentina y le bajó de su cetro olímpico (101-81). El 'Equipo de la Redención' calibrará realmente el potencial de los campeones del mundo, a quienes barrieron de la pista en la primera fase, aunque de esa experiencia supieron extraer conclusiones que ante Croacia y Lituania se han plasmado sobre el parqué. España tuvo que sobreponerse a la ausencia de un Calderón al que se reserva para el partido clave "aunque su concurso sigue siendo dudoso" y a la versión más gris de un Pau Gasol que se mostró demasiado generoso (6 pérdidas), pero que al final volvió a aparecer como la regularidad personificada en la anotación (19 puntos) y el rebote (5 capturas).