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Jenaro Lorente|MADRID
El Atlético vivió su noche más feliz en muchos años. Una jornada estival que será recordada para siempre por su afición. La noche en la que retornó a la elite internacional de la mejor de las maneras, con una goleada al Schalke en un encuentro vibrante, tenso, propio de la Liga de Campeones.

Once años y cinco meses habían transcurrido desde que el Atlético no se veía en una cita como ésta. Los rojiblancos tenían ante sí la misión de escribir la página más brillante de su historia reciente, la misma que le ha escatimado triunfos y alegrías, la que le llevó a Segunda División después de una intervención judicial. Casi doce años de sinsabores, de decepciones, de «otra vez será», hasta que llegó de nuevo la posibilidad de retornar a la elite, al gran escaparate europeo. Y el crucial momento se dejó sentir en un Vicente Calderón abarrotado y esperanzado en el éxito. Ansioso de satisfacciones, de recuperar la grandeza. También lo transmitieron los jugadores, sabedores del reto. Salieron los de Javier Aguirre revolucionados por esta circunstancia. El Atlético tiraba de raza y a base de ella fabricó el primer tanto. Después de que Maxi avisase con un tiro lejano al poco de comenzar el duelo, y de que el propio argentino estuviese a punto de anotar tras un pase de la muerte del checo Tomas Ujfalusi. Al rato, llegó el tanto del Kun Agüero, que provocó el delirio del Calderón.