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Miquel Alzamora/Carlos Montes de Oca El Real Mallorca no ha vivido una transición fácil desde que hace dieciséis años iniciara la conversión a Sociedad Anónima Deportiva (SAD). De Miguel Dalmau a Vicenç Grande y ahora a Paul Davidson, la entidad rojilla ha vivido momentos convulsos, todos ellos hitóricos y en los que siempre se ha puesto en duda la continuidad del proyecto y el futuro de la entidad.

Sin embargo, el Mallorca siempre ha conseguido salvar la cara, mantenerse en la élite y consolidarse como uno de los equipos que más temporadas consecutivas llevan militando en la Liga de las estrellas. Inició el camino de la SAD Miguel Dalmau en junio de 1992. En agosto de 1995 apareció en escena Bartolomé Beltrán, arropado por el poder económico del Grupo Z y dio un vuelco a la historia del mallorquinismo. El médico y comunicador consiguió abanderar un proyecto ilusionante, unió de nuevo a la masa social, ideó un proyecto ganador y tomó las riendas de un Mallorca que empezaba a trazar un camino que le llevaría a ser uno de los mejores equipos de España.

El Grupo Zeta abrió el carrusel de cambios entrando en la escena mallorquinista en 1995 con la intención de romper el contrato audiovisual que tenían los clubes tanto con la FORTA como con Prisa. Conocedor de la situación, Antonio Asensio delegó en uno de sus hombres de confianza, Bartolomé Beltrán, la responsabilidad de hacerse con el control accionarial del Real Mallorca, que estaba en manos del presidente Miquel Dalmau y un grupo de empresarios. La obra de la familia Asensio como accionistas mayoritarios culminó con la consecución de la Copa del Rey en junio de 2003, además de una Supercopa de España y la clasificación para disputar la Liga de Campeones, para luego abrir una fase de ampliación de capital en la que el empresario mallorquín Bartolomé Cursach se erigió en el nuevo hombre fuerte del conjunto balear.

Sin embargo, unos meses más tarde, Cursach y su grupo decidieron poner a la venta sus acciones, que fueron asumidas por los propios miembros del Consejo. Vicenç Grande y Miquel Vaquer dieron un salto en el organigrama al aumentar su inversión hasta el 27% del accionariado y el 15% respectivamente, mientras que los demás consejeros no superaban el 10%, aunque la familia Asensio poseía el 20%. El adiós de Mateu Alemany, en junio de 2005, motivó nuevos cambios en la estructura mallorquinista. Grande fue adquiriendo las acciones del resto de consejeros, incluidas las del Grupo Zeta y Francisca March (octubre de 2006) y finalmente las de Miquel Vaquer, hasta aglutinar más de un 93% del capital social a través de una sociedad -Binipuntiró- inmersa en un proceso de concurso voluntario de acreedores (antigua suspensión de pagos).

Precisamente, los problemas económicos de Grande, que presentó un concurso voluntario sobre catorce de sus empresas (Grupo Drac) y de su patrimonio personal con un pasivo de casi mil millones de euros, han influido de forma poderosa en su decisión de vender sus acciones.

La operación se realiza «con la firme voluntad de mantener y mejorar el posicionamiento de la entidad (el Mallorca) en la élite del fútbol español y europeo», según el primer comunicado hecho público por el Grupo Drac cuando hace cincuenta días se dio a conocer el preacuerdo entre Grande y Davidson. Hasta la aparición en escena de Paul Davidson, el paquete accionarial sólo había estado en manos de inversores ajenos a la Isla durante el periplo del Grupo Zeta al frente de la entidad.

Cuando el juez autorice la operación y dé el definitivo OK al plan trazado por comprador y vendedor, el empresario inglés desembarcará en el Mallorca con un plan empresarial innovador. Sin embargo, de momento todo son dudas, preguntas y pocas confirmaciones.