Aunque aliviado por el resultado, el equipo de Guardiola vive al límite, obligado a sumar para disipar dudas y aumentar su margen de maniobra. Ante el Sporting dio un paso adelante porque rescató los puntos, pero volvió a ofrecer una imagen titubeante; un equipo prometedor, pero falto de remate y contundencia.
Guardiola, por lo demás, volvió a sorprender desde la alineación. Obvió a Sylvinho y recicló a Puyol como lateral izquierdo. Con Keita como ancla en el centro del campo, liberó a Alves, hasta el punto de jugar sin retrovisor, con tres defensas cuando la pelota fue del Barça. El equipo ganó presencia en la medular y pobló los alrededores del área lusa.
Con Etoo desenfocado y Henry más voluntarioso que eficaz, el peligro lo llevó Messi. El argentino merodeó entre líneas y buscó el cuerpo a cuerpo, el balón siempre pegado al pie. Su equipo parece contagiado, porque prefiere la combinación al pie que los espacios, el toque en corto al disparo.
Y pese a todo, el gol volvió a llegar a balón parado. En un saque de esquina, circunstancia casi insólita en el Barça. Xavi alzó una mano, marcó la jugada, y Márquez leyó la estrategia al detalle. Con el pelotón en el primer palo, el mexicano dio un paso atrás para rematar a la altura del segundo palo, pero lejos del área chica, un impulso seco que agarró a contrapié al portero luso. En época de necesidad, bienvenidos sean los goles desde el córner.
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