Fútbol en estado puro, puro divertimento. Cinco disparos a puerta, cinco goles en los primeros 18 minutos. Como cuando los niños juegan a esto en el recreo, otro Barca-Atlético para el recuerdo. El equipo de Josep Guardiola salió enchufado desde el principio. Líneas bien juntas, presión asfixiante sobre la salida del balón y la portería de Gregory Coupet entre ceja y ceja. Pero esta vez, y a diferencia de anteriores temporadas, no tuvo en el Atlético un rival que contribuyese al espectáculo.
Los hombres de Javier Aguirre entraron dormidos y se llevaron tres nada más empezar. El primero, por defender mal a Márquez en un córner, el segundo, por cometer un inocente penalti (Ujfalusi) sobre Messi que transformó Eto'o, y el tercero por no poner a nadie delante del balón en un saque de falta que Messi envió al fondo de la red, mientras Coupet discutía con su defensa cómo colocar una barrera que el argentino ni siquiera pidió.
Ocho minutos, 3-0 y el partido, ese partido al que el Atleti había llegado tarde, ya estaba finiquitado. El conjunto madrileño se plantó entonces por primera vez en el campo rival. Un latigazo certero de Maxi Rodríguez (3-1), que le pegó con tanta rabia al balón, con tanto sentimiento de impotencia, que se rompió en el intento. Etoo y Gudjohnsen volvieron a marcar antes del descanso, por si quedaba alguna duda, y en el segundo tiempo Henry selló la goleada.
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