Ya no es un sueño. Mallorca ya ocupa un lugar en la historia de la mejor liga de baloncesto del planeta gracias al mejor jugador que esta tierra ha conocido a lo largo de más de seis décadas de implantación del deporte de la canasta. Rudy Fernández ejercerá por primera vez en partido oficial como Blazer, y lo hará en un partido cargado de alicientes. No sólo por el esperado debut del mejor jugador europeo que hasta el momento no había cruzado el charco, ni por erigirse en el octavo español con credenciales NBA. El escenario del Staples Center californiano y la leyenda que envuelve a los Lakers de Los Àngeles hacen más especial una cita para los anales (19:30 hora local; 4:30 de la madrugada del miércoles en España).
Testigos de excepción
Tras muchos años de espera y madurar la decisión más esperada, Rudy Fernández entrará definitivamente en la historia del deporte español con dos testigos de excepción. Y es que pocos rivales ponen sobre el parqué más alicientes que los Lakers. Para empezar, su buen amigo y compañero de aventuras en la selección, Pau Gasol, ejercerá de improvisado 'padrino' de la puesta de largo del escolta formado en Sant Joseph, pero madurado en la Penya, que vivirá su primera cita oficial con la estadística en el mismo marco en el que su hermana Marta maravilló en el verano de 2007 vistiendo la elástica de las Sparks. Además, el pequeño de la saga Fernández volverá a vérselas con su pareja de baile en la final olímpica de Pekín. Kobe Bryant y Rudy tienen cuentas pendientes, y por eso el Lakers-Blazers adquiere mayor morbo todavía.
A sus 23 años, el destino ha querido recompensar el trabajo y la constancia de un portento natural nacido para el baloncesto, pero que tuvo en el fútbol su primer escaparate. A punto de fichar por el Mallorca, este goleador se reconvirtió para prolongar la tradición familiar -sus padres, Rodolfo y Maite, ya jugaron a baloncesto- y cambiar las porterías por los aros. Y acertó. Tras ganarlo todo en las categorías inferiores del Joventut y devolver a la cúspide a los de Badalona, Europa se le ha quedado pequeña. Igual que una selección con la que los Blazers le permitirán seguir jugando en vistas a saldar la única cuenta pendiente que le resta: el oro continental.
Rudy llega lanzado. Todos esperan su aparición en el Rose Garden de Portland (ante los Spurs el viernes), pero su irrupción en la NBA ha supuesto todo un fenómeno en la capital de Oregón. Ídolo de masas e icono de la renovación que ha sufrido el equipo de Nate McMillan, es la gran apuesta del técnico -que ya le siguió en los Juegos, donde se conocieron en persona- y del general manager de la franquicia, el ex jugador del Cáceres Kevin Pritchard.
Los Blazers no son un equipo más, y Rudy pasará a enrolar la ilustre lista de europeos que han defendido los intereses de los de Oregón. El desaparecido Fernando Martín fue el primero -y el segundo del viejo continente en atravesar el Atlántico-. A su leyenda se une el también añorado Drazen Petrovic, y Arvydas Sabonis completa un trío de ensueño al que Fernández da continuidad. Deportivamente
su objetivo era adaptarse pronto a su nuevo hábitat y conseguir minutos. Y gracias a su compatriota Sergio Rodríguez ha conseguido lo primero. Lo segundo, ha venido rodado. McMillan ya conocía a su nuevo pupilo, y en los Juegos Olímpicos confirmó todas las expectativas que ha generado el fichaje más mediático que Europa aporta a la NBA en el curso 2008/09 que arranca esta madrugada con la puesta en escena de los campeones (Boston Celtics), y se cierra con el plato fuerte del Staples, donde los Blazers y Rudy abren el largo camino hacia los 'playoffs', enrolados en la Conferencia Oeste en la que el nivel se ha disparado y en la que su primer obstáculo (los Lakers) tienen casi todos los números para repetir título y luchar por los anillos, una meta a medio plazo para los Blazers. Además del mallorquín volador, Greg Oden (número 1 del Draft de 2007) concentra las esperanzas en la pintura tras perderse la pasada campaña por lesión. En la gran noche de Rudy, el baloncesto mallorquín y español tienen muchas cosas que celebrar. Con él llega el espectáculo, el descaro y el aire fresco que Pórtland buscaba para dar un paso al frente en sus aspiraciones. La 'Rudymanía' ya es una realidad.
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