No corren buenos tiempos por los pasillos de Son Moix. El Real Mallorca convive con una situación de inestabilidad que no favorece a cumplir los trazos marcados en el cuaderno de ruta de cualquier club profesional. La situación personal del propietario, protagonista principal de la mayor suspensión de pagos de la historia de Balears, y la indefinición acerca del futuro de la entidad, inmersa en un proceso de venta que está resultando eterno, comienza a agrietar la moral de los empleados de la SAD balear.
El trabajo diario está plagado de trabas. Cualquier problema mínimo se convierte en infranqueable por la delicada situación que está atravesando la entidad. «No podemos hacer nada porque, por una parte no ingresamos dinero debido a la crisis y, por la otra, no podemos acudir a ningún banco. No tenemos ningún tipo de financiación». «Estamos jodidos. Trabajamos sin perspectiva de futuro. Es una situación que jamás había pasado. Es una tesitura difícil», comentan algunas fuentes.
Aunque el club como tal no está inmerso en el concurso de acreedores, la capacidad de maniobra de Vicenç Grande está limitada. Tanto deportiva como económicamente. Cualquier decisión que pueda afectar el futuro de la sociedad, depende del juez Víctor Fernández, el titular del juzgado que instruye el caso del Grup Drac.
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