Keita celebra el gol anotado ayer en el Bernabéu, con Ramos, en primer término.

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Lo único que necesitaba el Madrid para acelerar su proceso de descomposición era cruzarse con el Mallorca. El conjunto de Juande, en caída libre desde que el Barcelona incendió su morada, soñaba con despedirse de su afición sin dolor ni rencores, esbozando una pequeña sonrisa. Pero los baleares, que conocen muy bien la manera de herir al conjunto blanco, evitaron cualquier acercamiento posible. A un sólo un paso de elevarse como el grupo más solvente de la segunda vuelta, los de Manzano alargaron la borrachera de los últimos meses y desquiciaron aún más a los de Chamartín. La única pena es que la Liga está a punto de acabarse. De lo contrario... (1-3).

Lo más complicado era sumergirse en el encuentro y encontrar algún aliciente al que agarrarse, no caer en la indiferencia. Y para evitarlo, tanto Manzano como Juande echaron mano de lo mejor que guardaban en su almacén. En el caso del técnico local, porque quería ahorrarse una despedida engorrosa y en el del visitante, porque además del prestigio que implica conquistar Chamartín estaba en juego el brillo de los números de la segunda vuelta. Sin embargo, eso no cambió el aspecto inicial del encuentro, que amaneció totalmente engrasado y sin ninguna tensión.

El combate se fue animando a base de pequeños detalles, en su mayoría procedentes de los futbolistas con más clase a balón parado: Arango y Van der Vaart. Ellos fueron los encargados de probar los guantes de Moyà y Casillas y también los primeros en hacer añicos el argumento establecido.

El primero que acertó sobre el rostro del oponente fue el Madrid. Van der Vaart ejecutó un libre indirecto a la derecha de Moyà y su envío, enorme, encontró a Higuaín, que resolvió con un cabezazo de manual después de ganarle la posición a Cléber.

El tanto le puso al partido la pizca de pimienta que le hacía falta y, por encima de todo, levantó al Mallorca, que cinco minutos después de encajar el golpe ya estaba respondiendo. La escuadra de Manzano se volcó sobre la mitad del campo blanca arrastrado por Aduriz y cuando estaba próximo al área conectó con Jurado, que siguió hilvanando la jugada de espaldas al marco para devolvérsela al donostiarra. Éste quebró a la zaga con un autopase excesivamente largo, pero Arango, bien colocado, emergió a su espalda y la empujó para reiniciar el partido (minuto 25).

De ahí hasta el descanso, las mejores ocasiones fueron para el Madrid, que colaboró en el proceso de reahabilitación de Moyà. El meta de Binissalem, que ya se había exhibido justo una semana antes frente al Barça, desbarató en menos de diez minutos dos grandes oportunidades de Higuaín y Raúl que hicieron que las acciones rojillas empezaran a cotizar al alza. El Bernabéu, que se marchó al descanso antre bostezos, se preparaba para lo peor, que todavía estaba por llegar.

El Madrid, que no tenía muchas fuerzas para salir del atasco, se dedicó de lleno a los homenajes (Juande sustituyó a Cannavaro para que recibiera el calor de la hinchada). El Mallorca lo aprovechó y además de abrir todas las compuertas prendió la mecha. Cléber, cuyo rendimiento se ha ido disparando a medida que avanzaba el curso, dibujó uno de los golazos del año y levantó al público de la Castellana, algo que en los últimos meses sólo habían conseguido Del Piero y el Barça. Después Keita pulió la función y alargó los festejos con otro pequeño lujo. Qué pena que a la Liga le quede tan poco...