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El argentino Juan Martín del Potro derribó el absolutismo del suizo Roger Federer, número uno del mundo y vencedor de los últimos cinco Abiertos de Estados Unidos, que terminó por suponer el primer éxito de relumbrón para un jugador que pide, con pasos de gigante, un espacio entre la elite del tenis mundial (3-6, 7-6(5), 4-6, 7-6(4) y 6-2).

A la conclusión del último gran del curso Nadal ha recuperado el número dos de la clasificación mundial en detrimento de Andy Murray, mientras que su verdugo y a la postre vencedor del Abierto de EE UU, Juan Martín del Potro, sube una plaza y se sitúa quinto. Federer sigue en cabeza de la tabla con 11.240 puntos, ahora otra vez con Nadal a su estela con 8.845, mientras que Murray es tercero con 8.390 y Novak Djokovic, también semifinalista, es cuarto con 7.480.

Del Potro ha interrumpido la trayectoria de la mejor raqueta de la historia. Ha derribado a un gigante. No perdía el helvético desde los octavos de final del 2003. Ante otro argentino, precisamente, David Nalbandián. El tenista de Tandil, que el próximo 23 de septiembre alcanzará los 21 años, devuelve al tenis argentino el plano principal del tenis mundial.

Del Potro pagó de inicio su inexperiencia en una final. A la que entró como novato. Un escalón más para una raqueta que ha tomado impulso, plagado de condiciones. Pero afrontó el choque mediatizado ante un adversario que transita por este escenario a su antojo. Era la vigésima primera cita con un título para Federer.

El de Tandil no soltó el brazo hasta bien entrado el partido. Y en los momentos cumbre decayó. Como en el tramo final del tercer set. Cuando al saque regaló el parcial a su rival con dos dobles falta consecutivas.

Del Potro, lleno de dudas, tiró el primer parcial y ya no reapareció hasta el ecuador del segundo. El suizo circulaba con el viento a favor hasta que Del Potro se soltó y el panorama cambió.

El argentino asumió el cuerpo a cuerpo y perdió definitivamente el respeto a su rival. No hubo ya muestras plásticas y el saque le dio tranquilidad mientras el trono del helvético se tambaleaba. Bajó los brazos el suizo, que se alejó de la gloria y de más récords, aún pendientes de batir.