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La plantilla del Mallorca tiene trabajo por delante. El conjunto isleño, que el domingo dejó en El Molinón una parte del crédito que había ido acumulando en las cinco jornadas anteriores, vivió ayer la jornada más complicada del curso. El grupo no había digerido todavía los cuatro tantos encajados en el centro de operaciones asturiano y volvía a arremangarse para mirar al frente y olvidar cuanto antes lo que había sucedido la tarde anterior. Las caras lo decían todo y las sonrisas de otras semanas habían desaparecido. Después, Manzano reunió a sus hombres sobre uno de los campos de entrenamiento de la ciudad deportiva y repasó junto a ellos los errores más graves, que se centran básicamente en la defensa. El objetivo ahora es aprovechar la tregua que ofrece el campeonato (la Liga se detiene este fin de semana para atender los compromisos internacionales) en la que el técnico, además de regenerar la moral del grupo, tendrá que corregir algunos hábitos.

Lo más preocupante de lo que ocurrió en Gijón es la bajada de tensión que experimentó el Mallorca tras el descanso. El plantel, sin alzar demasiado la voz, tuvo controlado al Sporting durante todo el primer tiempo y se hizo con el gobierno del marcador antes de que se cumpliera el primer cuarto de hora. Sin embargo, se transformó al pasar por el vestuario.

Derrumbados
La defensa, hasta ese momento una de las más solventes del campeonato, se derrumbó como un castillo de naipes y ni el propio Aouate, especialmente sólido en las primeras funciones, pudo frenar la avalancha ofensiva del cuadro asturiano. Todas las cualidades de las que había presumido la escuadra rojilla se transformaron en defectos para mostrar una cara hasta ahora desconocida, ya que su única derrota hasta ese momento se había producido bajo unas circunstancias muy diferentes (Manzano aplicó seis cambios al once) y ante uno de los teóricos candidatos al título (Sevilla).

Uno de los puntos sobre los que también debe incidir el técnico en las próximas semanas es la actitud del grupo fuera de Son Moix. El Mallorca es uno de los cuatro únicos equipos de la Liga que no han dejado escapar un solo punto de su terreno de juego. Y, curiosamente, sus otros tres compañeros de viaje son los más poderosos del torneo doméstico: Barcelona, Real Madrid y Sevilla. De hecho, en una clasificación parcial entre los mejores locales de la competición, los baleares sólo se verían superados por el conjunto que dirige Manuel Pellegrini, ya que sus números son superiores a los de azulgranas e hispalenses.

No obstante, el rendimiento del Mallorca disminuye muchísimo cuando abandona la Isla. El punto atrapado en Villarreal no ha tenido continuidad en las dos salidas posteriores y aunque todavía es pronto para extraer conclusiones, el equipo es uno de los peores visitantes del campeonato.

En cualquier caso, a Manzano también se le acumula la faena a la hora de multiplicar las opciones que almacena en el vestuario. De los seis refuerzos que aterrizaron este verano en el ONO Estadi, sólo Borja Valero se ha colgado la etiqueta de indiscutible y el resto apenas ha tenido protagonismo. Julio Àlvarez, titular en dos ocasiones, se cayó del once en Gijón porque el técnico pretendía apuntalar la zona; Bruno China tuvo un papel testimonial en Villarreal y se dejó ver algo más en el Pizjuán; Pezzolano sólo ha tenido cabida en los últimos minutos y nos los ha aprovechado, mientras que Rubén, titular en el primer partido contra el Xerez, no ha podido entrar en el once debido al buen rendimiento de los centrales. No obstante, el caso más llamativo es el de Felipe Mattioni, que ni siquiera se ha estrenado. Pese a todo, entró el sábado en la convocatoria y podría tener su primera oportunidad en breve teniendo en cuenta la escasa aportación de Josemi.