Supervivencia. Raúl Guti, futbolista del Elche, y el mallorquinista Iddrisu Baba saltan en busca del balón durante el partido del sábado en el Martínez Valero. | Manuel Lorenzo

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Una final y un desafío. Sin apenas tiempo para superar el corte de digestión sufrido en Elche, el Mallorca se asoma al partido más importante de la temporada hasta el momento. Después de una jornada en la que los últimos de la fila se han dedicado a apretar un poco más la zona roja de la clasificación, los de Javier Aguirre vuelven a su refugio para representar otra función al límite en la que puntuar parece innegociable. Llega a Son Moix un Alavés mejorado tras la llegada al banquillo de Julio Velázquez y Jaume Mut que además de ejercer como rival directo también viaja a Palma con la etiqueta de colista. Con todo lo que eso supone para el conjunto balear, que históricamente suele atragantarse contra los que cierran el campeonato.

El Mallorca no puede permitirse empaquetar otro fiasco contra un Alavés al que ya superó en Mendizorroza cuando en la Liga solo amanecía (0-1, 21 de agosto). Con los márgenes recortados —una hipotética victoria del Cádiz esta noche en el Camp Nou le devolvería a los puestos de descenso—, el equipo bermellón está obligado a hacer de Son Moix su plataforma de salvación, ya que tras los vitorianos pasarán por aquí el Granada y el Rayo Vallecano, todos ellos hundidos en la parte trasera de la tabla después de encadenar múltiples dificultades durante toda la segunda vuelta.

El partido contra el Deportivo Alavés genera una sospecha añadida para el Mallorca, que volverá a toparse en mitad del pasillo contra un farolillo rojo. La última vez que lo hizo fue el pasado 7 de enero, al enfrentarse en el Ciutat de València a un Levante que hasta ese momento no había ganado ningún partido y acabó rompiendo ese día una de las peores rachas de la Liga. El Mallorca, que desde el año 2000 ha redactado hasta 19 derrotas frente a colistas, ya sufrió esa maldición en la anterior carrera por la permanencia en la que intervino, hace ahora dos temporadas. Perdió, concretamente, dos de los tres encuentros que disputó ante adversarios situados en el último escalón de la tabla y frente a los que luego fueron sus compañeros de ascensor, Espanyol y Leganés. Cayó en su visita a Cornellà y a Butarque —en ambos casos por 1-0— y empató en casa, ya después del confinamiento, ante el cuadro pepinero (1-1). Dirigido ese día a pie de campo por Toni Amor, hoy segundo entrenador bermellón —Aguirre estaba sancionado—, los madrileños se llevaron un punto inesperado gracias a un golazo de falta de Óscar Rodríguez.

Esta vez el enemigo a batir será un Alavés que viene de aplicarse una dosis de autoestima después de superar por la mínima al Rayo Vallecano gracias a un tanto de Joselu Mato (1-0) que quebraba otra serie negra de resultados y que le sitúa a cuatro puntos de la salvación. Los babazorros, que hasta esta última jornada parecían sentenciados, saben que si ganan en Son Moix sus opciones podrían multiplicarse. Será uno de los partidos marcados en rojo de la jornada y una final de doble sentido.