Javier Aguirre posa para esta entrevista. | Pere Bota

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Javier Aguirre Onaindia (Ciudad de México, 1958) quiere obrar otro milagro en los pasillos del fútbol español. Especializado en sujetar a equipos al borde del barranco, el técnico fue elegido hace un mes para intentar reflotar un Mallorca que llevaba ya algún tiempo emitiendo señales preocupantes. Después de sumar la mitad de los puntos por los que ha peleado desde que llegó, ha conseguido apartar al equipo del fuego y sacarlo de la jaula del descenso, aunque acumula experiencia de sobra como para saber que todavía le falta por completar la parte más dura de la travesía. Mientras se aproxima a la meta marcada, el Vasco disfruta de descubrir una isla en la que solo había estado de paso y de conocer las interioridades de un club al que solo había tratado como rival.

Lleva un mes en el Mallorca en el que ha dirigido cuatro partidos y ha sumado seis puntos. ¿Eran las cábalas que había hecho?
—Quería, sobre todo, dos cosas: levantar el espíritu y el ánimo. Desde fuera vi que el equipo tenía muchas derrotas seguidas y en una situación así está golpeado anímicamente, es normal. Aquí, en México, en China y en Brasil. Eran derrotas injustas, muchas de ellas. El equipo jugaba bien y de repente se daba contra el palo, el árbitro, un resbalón… Pequeños detalles siempre. No había congruencia entre lo que jugaban y lo que recibían a cambio. Al principio buscaba eso, darle un poco de espíritu y garra a los jugadores. Ni hice cábalas. Cada partido lo viví intensamente y hemos ganado y hemos perdido.

Quedan cinco partidos y si prolonga esa media llegaría a los 39.
—No hago números y no los hago por experiencias anteriores. Las cosas nunca salen como planeas. Mira el partido de Getafe: al final te quedas con un hombre menos y te descoloca. O el día del Elche, con ese gol que encajamos antes del descanso. Cada partido te va pidiendo cosas y no puedes dar por perdido ninguno. Ahora vamos a Barcelona y vamos con la intención de ganar. El Cádiz nos puso el ejemplo de cómo hacerlo. ¿Por qué ellos pueden hacerlo y nosotros no? Vamos a intentarlo por lo menos.

Vienen de una jornada redonda.
—Sí pero, ¿sabes qué pasa? Tú tienes que hacer lo tuyo. Si los demás pierden y tú no ganas, ¿de qué carajo te sirve? Tienes que hacer tu trabajo, siempre ir primero a lo tuyo y sin esperar nada de nadie. Ni de los rivales, ni de la fortuna ni del arbitraje. Ninguna de esas cosas entrena conmigo. Haz lo tuyo y hazlo bien. Y si después te favorece lo otro, mejor.

En su presentación nos habló del animómetro. ¿Cómo está ahora el del equipo?
—Está a buen nivel, sí (risas). Y espero que continúe así.

El entorno parece estar centrados en los partidos contra Granada y Rayo Vallecano sin esperar nada de las visitas al Camp Nou y al Sánchez Pizjuán.
—La afición tiene todo el derecho a hacer sus cábalas. Ellos sí, porque no les pagan por estar aquí y lo hacen de corazón y lo respeto muchísimo. Ellos o ustedes (la prensa), porque es una labor ajena a la nuestra. Yo lo que controlo es a mis jugadores y vamos partido a partido. No puedes manejar marcadores o puntajes porque no funciona.

Si hay un escenario complicado es el Camp Nou. Usted no ha ganado nunca allí.
—No, no, nunca lo he hecho. Creo que empaté la primera vez que fui, con Osasuna y contra Van Gaal y luego, que yo recuerde, puras derrotas. Si les gané en otros campos, pero allí no. Pero claro, yo no juego. Luego preguntaré entre los futbolistas. Y seguro que el Mallorca también ha ganado allí, ¿no?

Sí, aunque hace mucho tiempo.
—¿Y eso qué importa? Eso no lo diga (risas).

La presencia de Toni Amor en su cuerpo técnico le ha permitido conocer un poco mejor al club.
—Ha sido mi cicerone aquí, me ha hablado de ustedes, de jugadores de la cantera, entrenadores… Me ha orientado en muchas cosas. Y aparte de su trabajo como profesional en el campo, es amigo y está en su casa.

¿Está cómodo en la Isla?
—No conocía Palma, aunque a lo mejor había venido veinte veces a jugar. Me encanta la amabilidad de la gente. Estoy cómodo y mi mujer y yo nos sentimos muy a gusto. Ojalá dure mucho y estos cinco partidos nos den para seguir con esa armonía con la isla.

¿Le ha sorprendido algo del Mallorca como club?
—Me ha sorprendido lo grande que es el club en todos los sentidos. Es un histórico de la Liga española que, como todos, ha tenido buenos y malos momentos. Han pasado grandísimos jugadores y entrenadores. ¡Es que se fundó en 1916! No es de ayer.

Daba la sensación de que su primer objetivo al llegar al Mallorca era cerrar el grifo en defensa.
—Mi primera intención era levantar el ánimo del grupo. Y después, conseguir puntos. Lo dije y lo sostengo. Porque si el equipo se queda en Primera División nadie va a decir que estuvimos los once colgados del larguero, que tampoco es así, pero bueno. Lo que nos interesa a todos es la permanencia, así que vamos a buscarla todos juntos. Luego podemos matizar y con el paso del tiempo valorar si tenía que haber jugado uno u otro, pero lo importante es quedarnos en Primera.

En el último partido ya jugó con un sistema distinto.
—Uno va cambiando en función del rival, del momento de los jugadores, del marcador… Tenemos necesidad de puntos. Si vemos que el rival nos aprieta mucho, a lo mejor hay que reforzar el aspecto defensivo. Si presiona adelante, tirarla larga. Si nos espera, a lo mejor jugarla un poco más al piso. También depende de las características de los jugadores. No es lo mismo Salva Sevilla de pivote que Battaglia, por ejemplo, o Baba que Dani (Rodríguez). Con esas cosas también vamos jugando. Tenemos que involucrar a todos y sumar puntos cómo sea y dónde sea. Estamos en un momento delicado, si no yo no estaría aquí. No hemos salido de ahí abajo, pero seguimos peleando y asomándonos. Como todos. Nos jugamos la vida cada semana. Ya dijo Luis (Aragonés) que todo se decidía al final. Hemos vivido un montón de cosas en los últimos minutos de la última jornada. Es muy raro que todo se decida antes.

¿Ha hablado alguna vez con Robert Sarver?
—No, nunca. Con Andy (Kohlberg), sí. Hemos ido a comer y hemos hablado, pero con Robert Sarver no.

¿Está al tanto de la investigación de la NBA?
—No, no. Es la primera noticia que tengo.

Usted ha sido seleccionador de Japón. ¿Qué opina de Kubo? ¿Cree que le falta algo más para ejercer un poco de líder?
—Sí, estuve un año en Tokio feliz de la vida. Takefusa aún es muy joven para ser líder. Creo que le falta un poco de regularidad, ser más constante en lo que hace. Hace una cosa buena y se apaga diez minutos. Vuelve a aparecer y se vuelve a apagar. Si logra mantener el nivel los noventa minutos va a ser un jugador importante, ya no solo para nosotros, sino para la Liga y para donde esté.

Se hablado mucho de si él y Kang In Lee pueden jugar juntos. ¿Usted qué opina?
—Cada semana veo quien está mejor y quien peor y a veces, estando los dos bien, tengo que tomar una decisión siendo injusto con el otro. En Elche jugaron juntos la segunda parte y no lo hicieron mal y el otro día también coincidieron un rato. Es cuestión de momentos. Estamos en una situación de emergencia y ahora no hay tiempo para debates. Si algún día tienen que jugar los dos juntos, no dudes de que lo haré.

El otro día se estrenó con usted Abdón Prats y mezcló muy bien con Muriqi. ¿Es la pareja que más le ha convencido?
—Los cincos delanteros que tenemos son distintos y cualquier combinación es buena. El que más ha jugado es Muriqi porque está de dulce con el gol y está muy motivado. Y a excepción de Matthew (Hoppe), lo he juntado con todos y me ha gustado el trabajo de todos. Me gustaría ver a Hoppe también, pero hay un poquito de overbooking en ese puesto.

¿Usted pagaría los 12 millones que dicen que cuesta la opción de compra de Muriqi?
—No puedo hablar de supuestos. Hay que esperar que acabe todo y ver qué hacemos. Sentarnos, planificar, ver si vale la pena, ver qué pasa con los cedidos que vuelven y qué necesidades tenemos.

Está hablando de futuro. ¿Se ve aquí más allá del 30 de junio?
—Nos quedan cinco partidos y no podemos hablar de futuro. Ahora lo he hecho para hablar de la opción de este chico. Hay que sentarse al acabar la Liga y sentarnos a ver cómo está todo. Ese es el proceso.