Lago Junior pide disculpas a los aficionados del Mallorca que se desplazaron a Miranda de Ebro en la penúltima jornada. | P. ORIBE

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El 4 de junio de 2017 será siempre una fecha de pésimo recuerdo para quienes viven en rojo y negro. Un agujero en el calendario. Una mancha de las que cuesta eliminar de todo. Ese domingo, poco antes de las 22.00 horas, el Mallorca se arrancaba de la manga el logo de LaLiga y caía al pozo de la Segunda División B. Casi 40 años después, el club balear se soltaba de la cornisa del fútbol profesional y completaba, con una jornada de antelación, la temporada más negra de su historia moderna. Entre lágrimas, gestos de rabia y reproches, la entidad de Son Moix iniciaba un viaje hacia lo desconocido a bordo de una montaña rusa que ha seguido en movimiento hasta hace solo unas semanas.

Las peores escenas del drama que suponía en ese momento el descenso se rodaron sobre el césped de Anduva, en Miranda de Ebro, aunque el empate que esa tarde lo precipitó todo (2-2) era solo el punto y final de la crónica de una muerte ya anunciada. Porque el Mallorca se había presentado a la penúltima jornada tocado y sangrando de forma abundante. Viajaba con 43 puntos en la cartera –a tres de la tierra firme– pero ya con muy malas sensaciones y un lenguaje corporal preocupante. El empate en casa contra el Numancia de unos días antes (0-0) había terminado de minar la moral de un grupo descabezado y agrietado de arriba a abajo que ni siquiera llegó a disponer de la bala del último partido en casa contra el Getafe. Aun así, trescientos aficionados se atrevieron a desplazarse junto al equipo y fueron testigos directos del batacazo desde uno de los laterales del estadio del Mirandés. El mismo al que se acercaban algunos jugadores al final para pedir perdón por una campaña lamentable.

El Mallorca bajó a Segunda B con Sergi Barjuan sobre el puente de mando, aunque la responsabilidad del descenso no fue ni mucho menos del entrenador catalán, que dirigió solo una decena de encuentros tras tomar el relevo de Javier Olaizola que, a su vez, había sustituido a Fernando Vázquez. La caída fue un gigantesco lunar en la gestión de la propiedad norteamericana del club, que había llegado a Son Moix un año y medio antes, y en el historial del que fue su primer consejero delegado, Maheta Molango. Ese día, tanto él como el presidente (Monti Galmés) y el director deportivo (Javier Recio), abandonaron las instalaciones de Anduva bajo una lluvia de críticas y sin ofrecer una sola explicación.

No había consuelo para el Mallorca, que se metía de lleno en un laberinto del que, afortunadamente, escapó en algo menos de doce meses. Luego le seguiría el Deportivo, pero en aquel momento era el primer equipo que iba a jugar en la categoría de bronce tras haber participado alguna vez en la Liga de Campeones. El mismo conjunto que unos años volaba entre las nubes y se paseaba por el Santiago Bernabéu o el Camp Nou tenía que comenzar una nueva vida saliendo desde Peralada. De estadios de cinco estrellas a polideportivos municipales.

La bajada al infierno se produjo con un grupo de futbolistas que quedó marcado para siempre. De hecho, solo cuatro jugadores continuaron la temporada siguiente: Raíllo, Lago Junior, Damià Sabater y Pol Roigé. Ese año, junto al Mallorca, bajaron también el UCAM Murcia, el propio Mirandés y el Elche, con el que compartió un año después la celda del grupo III y caminos casi paralelos. De hecho, los dos salieron a la vez de las alcantarillas y ahora comparten alojamiento en Primera División.

Después de aquel traumático descenso llegaron al club Vicente Moreno y un pelotón de futbolistas liderado por tipos como Manolo Reina o Salva Sevilla para darle forma a una historia que ya es conocida por todos y que, cosas del fútbol, también empezó a escribir sus mejores capítulos sobre la hierba de Anduva.

El apunte

Un partido para olvidar

El Mallorca descendió tras empatar contra el Mirandés en Anduva un partido en el que llegó a ir perdiendo 2-0 y que igualó después gracias a los goles de Culio y Lekic. Sin embargo, el punto resultó insuficiente para mantener encendida la llama de la salvación y la victoria del Nàstic en Tenerife acababa con todas las opciones del equipo dirigido por Sergi Barjuan.