A Aguirre le gusta que se analicen sus cifras al completo. Poco amante de resultados a medias y balances parciales, el Vasco ha recordado en numerosas ocasiones durante sus intervenciones ante la prensa los puntos que ha conseguido desde que llegó, como si pertenecieran todos a la misma campaña, para darle aún más valor a la tarea de reanimación que iniciaron él y su cuerpo técnico —en esta aventura le acompañan desde el principio Toni Amor y Pol Lorente, a los que ya tenía a su costado en los Rayados de Monterrey— al agarrar por la solapa a un equipo que en marzo de 2022 parecía deslizarse hacia el precipicio. Limitando su aportación al campeonato de Liga, que es dónde está el foco de interés para el Mallorca, su huella es importante. Ha dirigido 47 partidos, de los que ha ganado o empatado 27, y ha cosechado 63 de los 141 puntos por los que ha competido. Casi el 45%. Siempre por encima de la teórica línea de la permanencia. Puede que el fútbol que practica el Mallorca sea discutible. Su productividad es irrefutable.
Los 51 partidos oficiales que ha dirigido Aguirre desde la banda —también le ha tocado ver al equipo más de una vez desde lo alto de la grada— le han situado ya en el Top-20 de los libros de historia de la entidad, aunque el gran salto en esa dirección lo dará si acaba la temporada 2023-24. Llegaría como mínimo a los 89 —habría que sumar los que lograra avanzar en la Copa—, superando a Fernando Vázquez, Forneris o Luis Aragonés y poniéndose a la altura del francés Lucien Muller. Dígitos muy significativos para un técnico con más de 400 partidos en la máxima categoría en un club con más de cien años de existencia.
Javier Aguirre sabe, en cualquier caso, que después de las vacaciones está obligado a subir de nivel. El Mallorca se encuentra cada vez más cerca de esa estabilidad que él siempre ha señalado como imprescindible para dar el siguiente paso y después de la novena plaza a la que se ha amarrado este año las expectativas serán mayores. Siempre y cuando los movimientos del mercado y las maniobras de la dirección deportiva acompañen. De momento, ya ha perdido a una de sus piezas mejor valoradas —Iñigo Ruiz de Galarreta, que ha firmado dos años con el Athletic— y todo apunta a que se desprenderá también de la joya de la corona del proyecto, Kang In Lee. Con solo 22 años y un futuro esplendoroso por delante, sus días como bermellón parecen agotados. El objetivo es extraer el mayor beneficio posible con su salida y reinvertir bien el dinero que genere el traspaso en reforzar a la plantilla. Además del eibarrés y el coreano, el mallorquinismo tampoco dará por segura la continuidad de futbolistas de relieve como Predrag Rajkovic o Pablo Maffeo hasta que se bajen las persianas del mercado a finales de agosto. Unas bajas que obligarán sí o sí a acertar con los fichajes que se realicen. De momento la lista de nombres es amplia y habrá que ver hasta dónde llega la mano de Aguirre en las elecciones finales.
El mexicano siempre ha dicho que, salvo excepciones puntuales, nunca se ha entrometido en esas tareas de los arquitectos deportivos, pero este año ya ha marcado con una equis alguna esquina de la pizarra. Hace solo unos días, nada más aterrizar en su país, ya admitía públicamente que ha solicitado el fichaje de César Montes, al que califica de «prioridad», y que hay una lista de «cinco o seis futbolistas» sobre la mesa de Pablo Ortells y su equipo de trabajo. Unos días después de ponerle la firma a su última creación, otro proyecto de Aguirre está a punto de entrar en el horno.
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