Tuni Adrover, en una imagen captada en el Port de Sóller. | Miquel Alzamora

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Se han cumplido veinte temporadas del debut de Antoni Lluís Adrover, más conocido como Tuni, en Primera División. Fue un 8 de diciembre de 2002. Tenía solo 20 años. Colgó las botas en 2012 y ahora vive un ‘retiro’ dorado en el Port de Sóller. De Can Mayol a las categorías inferiores del Mallorca y de ahí seis años en Primera como rojillo. Rompió con los arquetipos de futbolista mediático, aunque su talento era desbordante. Actualmente regenta un negocio de excursiones en el Port de Sóller muy concurrido durante los meses de verano. El exfutbolista militó ocho temporadas en el club rojillo y también jugó en el Salamanca, Hércules y Nàstic. Casi 300 partidos en el fútbol profesional.

—Veinte temporadas ya de su debut en Primera y once desde que decidió colgar las botas. Todo en la vida pasa muy rápido, pero en el fútbol parece que esta sensación de vértigo se acelera.
—Sinceramente me parece que son dos vidas, la de ahora y la de antes cuando era futbolista. Tal vez desde que tengo las dos niñas todo este proceso se ha acelerado.

—¿Qué recuerda de su debut contra el Real Madrid en 2002?
—Lo recuerdo con muchos nervios. No bajé de las doscientas pulsaciones, aunque solo estuve un cuarto de hora en el campo. Venía de jugar en Segunda B y de la noche a la mañana me encuentro en Son Moix ante el Madrid. Me acuerdo como si fueran flashes porque lo viví con un estado de nervios brutal porque tenía que darlo todo en quince minutos. Hice una jugada y quedé agotado.

—¿Durmió la noche antes?
—Sí. Nunca he sido de sufrir muchos nervios antes de un partido. Sabía que tenía la pequeña posibilidad de jugar y notaba ese cosquilleo. Era normal, tenía 20 años y debutaba en Primera contra el Madrid.

—¿Qué balance hace de su carrera?
—En general fue una carrera muy positiva. Fui un chico normal de Sóller que llegó a Primera División, tuve la oportunidad de ser capitán del Mallorca y eso para mí ya me llena. Uno de los problemas que tuve y casi no hablé nunca cuando jugaba fue que casi siempre tuve problemas musculares, concretamente en los gemelos. Vi a Alcaraz que le pasaba mal en Roland Garros y me sentí muy identificado.

—¿Cuál fue el problema?
—No era la alimentación, ni los entrenamientos, era la presión que yo mismo me metía por miedo a que me subieran los gemelos. No por presión de jugar, era el temor a que me subiesen y un día previo al partido ya pensaba en eso.

—Debía condicionarle.
—A mí y al entrenador. Esa situación todavía la llevo dentro.

—Si había que definir su juego y su comportamiento sería la nobleza dentro y fuera del campo.
—Eso fue por la educación de mis padres. Mi objetivo era hacer lo máximo que estuviera a mi alcance para ser jugador de Primera. Cuando llegué me desfondaba, no podía dar ni un paso más. Fui siempre honesto conmigo mismo y en el campo lo daba todo y si me tocaba estar en el banquillo yo no era nadie para protestar porque jugaba otro compañero y debía respetarle.

—¿Qué entrenador le marcó más? Tuvo a Manzano, Llompart, Cúper, Laudrup...
—Me causó una gran impresión Héctor Cúper, aunque no fueran las mejores temporadas. Pero me impresionó. Tomeu Llompart lo tuve en las categorías inferiores y para mí en ese momento era un padre futbolístico. Tuve muchísima relación.

—Al margen de los problemas musculares, ¿cómo llevaba la presión de jugar en Primera?
—Cuando tienes 20 años y llegas a Primera es difícil gestionar lo que sucede alrededor de ti. Te encuentras de la noche a la mañana que eres famoso, que cobras más dinero que el resto de tus amigos juntos y eso si no tienes la cabeza bien, te puede pasar factura.

—¿Usted cómo lo gestionó?
—Bien, pienso que bien. Más o menos siempre he tenido la cabeza en su sitio, pero es una edad en la que en ocasiones necesitas a alguien de confianza cercano que te diga si vas bien o no. No es solo tú, es la gente que te rodea. En el fútbol profesional, en Primera, vives en una burbuja, ibas a un restaurante y no pagabas y poco a poco inevitablemente te metes en esa burbuja, vives en ella, y hay que tener los pies en el suelo y con 20 años es más difícil de gestionar que si tienes 40. Eso lo vas viendo con el tiempo.


—¿Es difícil manejar la fama en el fútbol?
—Como le digo con veinte años es más complicado. Hay un momento en que es difícil de gestionar porque todo es muy bonito y entiendo que algún jugador necesite ayuda.

—No todos en su etapa tuvieron esa templanza.
—Me acuerdo, en mi época en el filial, compañeros que venían con un porche al entrenamiento. Pensaba, ese jugador ha cogido el sueldo y el noventa por ciento ha ido a parar al coche. Cada uno puede hacer lo que quiera, está claro, pero yo priorizaba otras cosas.

—El equilibrio marcó también su carrera. Ni estaba eufórico tras un buen partido, ni derrotado cuando las cosas no le salían.
—Yo nunca tuve la sensación de tener el puesto seguro. O demostraba lo que valía cada partido o no jugaba.

—¿Quiénes fueron las personas clave en su carrera para llegar a Primera División?
—Sin duda uno es Tomeu Serra. Fue él quien apostó por mí. La primera reunión que tengo es con él. Toni Cazorla ya en su día fue el primero en indicarme que el Mallorca estaba interesado en mí.

—¿Fue fácil su fichaje?
—No, por una razón. Querían que fuera a vivir a Palma y el túnel todavía no estaba finalizado y yo quería vivir en Sóller. Era en edad cadete. En juveniles, cuando volvieron para ficharme, me insistieron en que tenía que vivir en Palma y dije que no, que quería vivir en Sóller. Me levanté y abandoné la reunión. Pero me permitieron esa condición y iba y venía de Sóller cada día con una motocicleta de 49 cc. Tenía 17 años y pasaba a buscar a un compañero de Bunyola, Joan Cabot.

—¿Cómo era Tomeu Serra?
—Me cuidó mucho, era muy serio y severo y cuando entraba en el vestuario todo el mundo se ponía firme. Te llamaba la atención si te veía con el pelo largo, o con un pendiente. Él lo que quería era que la disciplina prevaleciera y sabía hacerlo. Antes se podía hacer, ahora no sé si eso podría llevarse a cabo.

—Futbolísticamente, ¿qué compañero le impresionó más?
—Ibagaza sin duda. He jugado con Etoo, Nunes...con muchos, pero Ariel era un espectáculo. No solo en los partidos, también en los entrenamientos. En los ejercicios de posesión corta, si metes a alguien que no tiene mucha calidad, canta enseguida y tienes que pensar rápido y Ariel era espectacular.

—¿Y con Etoo qué tal?
—En los entrenos no eran tan espectacular, pero los partidos los solucionaba él. Era muy resolutivo. Y era muy buen compañero, yo firmé por la marca Puma gracias a él.

—¿Cómo es el día después de dejar el fútbol para un jugador profesional?
—En mi caso pasaron dos cosas, una que mi última etapa en el Nàstic no fue buena por diferentes motivos y segunda quería volver a Sóller con mi familia. Tenía ofertas de Segunda con 31 años, pero tuve la lesiones y todo se juntó. Era un jugador de arrancar y parar todo el partido. Era el momento y ya no estaba motivado. Me quité un peso de encima. Pero he visto jugadores que lo han pasado muy mal. Iniciar otra vida sin fútbol no es fácil para muchos. Después fui ojeador dos años en el Mallorca con Vidal y Carlos Sureda, pero lo dejé con el cambio de propiedad.