Abdón Prats, delantero del Real Mallorca, celebra el segundo gol de su equipo durante el partido de este martes contra el Barça en Son Moix. | Miquel Àngel Borràs

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No es el mejor delantero del equipo. Tampoco el que más goles marca. Ni el que más camisetas vende. Ni el más alto. Ni siquiera el más guapo. Pero basta con verlo a él, con observar sus movimientos, sus gestos, para saber cómo respiran el Mallorca y el mallorquinismo. Para descubrir cómo le va a un equipo que ante el Barça supo aprovechar la atención de los focos para darle una capa de pintura, roja y negra, por supuesto, a un principio de temporada que había provocado unas rozaduras que casi nadie esperaba. Abdón Prats Bastidas (Artà, 1992) lo volvió a hacer. El escudo y el alma del club en la era digital reactivó a la afición en otra noche diabólica y le prendió fuego a una grada que llegaba al encuentro encharcada.

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Abdón solo ha necesitado esta vez un puñado de intervenciones para ponerse al frente del grupo y tirar de él cuesta arriba. En su segunda titularidad de la temporada, la primera en Palma, y en su primer partido de inicio ante uno de los gigantes, marcó otro de esos goles que costará sacarse de la cabeza. Es el cuarto que firma en los 137 minutos que ha pasado sobre el campo y el que redondea, todavía en septiembre, su mejor marca en Primera. Una diana que eleva a 45 su tarjeta anotadora con la camiseta del primer equipo del Mallorca, la misma que ha defendido en tres categorías y dos competiciones diferentes.

El Dimoni de Artà, que solo cuatro días antes de arrinconar al Barça, había aparecido para reducir los daños del incendio de Montilivi, fue una de las grandes sorpresas del once de Javier Aguirre, condicionado sin duda por lo que había sucedido en el doloroso desplazamiento a Girona. Su actitud en aquel momento le abrió las puertas del once y le ayudó a tender otro puente entre el equipo y su hinchada. «Ha habido una atmósfera muy bonita en el estadio, me recordaba a la de Sant Joan el día del playoff contra el Deportivo. Soy muy sentimental y sentía que podría ser una buena noche», decía después de un partido del que salió «con la piel de gallina» y con el fuego metido en el cuerpo. Después de sumar un punto que para el Mallorca, ahora sí, debería ser de inflexión.