Los jugadores del Mallorca, abrazados antes de la disputa de un partido esta temporada. | Jose Ignacio Unanue

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Cada temporada hay un partido de esos impertinentes, que te llenan de complejos y donde es inevitable que aparezcan los miedos. No hay nada peor que los colistas. Y si estos se plantan en la jornada 17 sin ganar todavía es peor. El Mallorca afronta este domingo uno de esas citas. Se mide al Almería (Power Horse Stadium, 14:00 horas, Movistar TV) con el temor que siempre supone jugar contra un equipo que no gana porque en el subconsciente siempre piensas que algún día ganará algún partido. Por malo que sea, por mal que le hayan salido las cosas, algún día ganará uno y el Mallorca, guste o no, es un equipo muy dado a auxiliar a equipos con el agua al cuello.

Históricamente lo ha hecho y además el Almería, el último encuentro que ganó fue precisamente ante los mallorquinistas. Además el equipo viaja sin los lesionados Muriqi, Valjent y Lato, para hacerlo todo más difícil o tal vez más épico. Nunca se sabe. En condiciones normales los quinielistas seguro que dudarán a la hora de jugarse el doble, pero hay motivos que pueden ayudar a ser moderadamente optimistas. Para empezar el equipo viene de ganar el último partido ante el Sevilla. Ganó sin merecerlo. Al menos sin merecerlo tanto como en otros partidos y eso tiene un valor fundamental. Capital incluso. Y es que en otros muchos encuentros los rivales se han impuesto también sin hacer más méritos que los rojillos. Por lo tanto la situación empieza a equilibrarse.

El Mallorca es mejor que el Almería. Por puntos, por clasificación y por plantilla, incluso estando mermada de efectivos. Javier Aguirre apuntó además que el equipo ha trabajado sin esa punta de presión que da mirar la clasificación, pero lo cierto es que la victoria ante el Celta de ayer ante el Granada obliga a dar un paso más al frente y a volver a ganar. El triunfo contra el Sevilla será muy bueno si hoy también se gana porque un empate dependiendo de lo que haga también el Cádiz, puede ser un resultado excesivamente corto. El Mallorca tiene que saber jugar con la desesperación de un rival que apenas tiene pulso y que cuando no ha finalizado ni la primera vuelta del campeonato su única fuente de inspiración es la de descender con la cara alta.

La pasada jornada casi da la sorpresa en el Wanda. Al igual que le ha sucedido al Mallorca en otros partidos mereció más, pero perdió y ahora, ante el once balear, busca una bocanada de aire que llevarse a la boca. Aguirre está dándole vueltas a ver qué es mejor en defensa. Tiene varias opciones, entre ellas la de situar a un Maffeo en carril zurdo, todavía renqueante, y que de jugar lo hará infiltrado, y a Jaume Costa en otro. Eso le permitirá situar a Gio, Raíllo y Nastasic en el eje. Porque esto sí que lo tiene claro el mexicano. Cinco atrás es innegociable. Como lo es Rajkovic bajo los palos, un valor seguro. Un portero que da puntos.

A partir de ahí eso obligará a sacar de su posición natural a Darder y tirarlo a un costado o meterlo de media punta. En ambos casos su talento no brilla como lo haría, por ejemplo, de mediocentro junto a Samu Costa. El exjugador del Almería vuelve a casa y formará parte de esa zona ancha donde también podrá estar Mascarell. En la punta de lanza puede estar Larín. Pero todo es susceptible de que cambie y lo que hay preguntarse es si tanto cambio es bueno o malo para consolidar un plan de juego y un patrón claro.

El Almería, con Gonzalo Melero entre algodones, apunta a la vuelta a la defensa de cuatro, con Chumi como jugador sacrificado y continuando como centrales Édgar González y César Montes, con las bandas para Alejandro Pozo y Sergio Akieme. En el centro del campo, puede darse la continuidad de Lucas Robertone, que está apercibido de sanción, y Dion Lopy, en la sala de máquinas. El Mallorca no puede fallar. Toca ganar o ganar y más después de la victoria del Celta contra el Granada por la mínima en la jornada de ayer.