Un orgullo de final

«Creo que sentía más nervios antes de la final que del estreno, aunque de forma diferente», reconocía Cabotà minutos antes de que antes de que empezara a rodar el balón ante un auditorio en el que estaban representados todos los estamentos del Mallorca. Patrocinadores, aficionados, peñistas, exjugadores, algún expresidente, como Monti Galmés, o los miembros del cuerpo técnico actual, encabezados por Jagoba Arrasate y Bittor Alkiza, compartían patio de butacas con parte de esa plantilla que peleó hasta el último segundo por levantar al cielo de Sevilla la Copa del Rey.

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Entre el público asistente estaban Antonio Raíllo, Dominik Greif, Sergi Darder o Manu Morlanes, a los que se sumaba algún recién llegado como Mateu Morey. Tampoco faltaba una representación del staff que planeó y dirigió desde la banda el aquel partido. «Al míster le habría encantado estar aquí con todos vosotros, pero le ha sido imposible por motivos personales y me pidió que viniera. Le encantan Mallorca y el Mallorca», contaba Toni Amor, segundo de Javier Aguirre, entre abrazo y abrazo. «Igual alguna lagrimita cae, seguro que será muy bonito. Formar parte de esta historia es muy emocionante», admitía el técnico, ahora enrolado en las filas de las selección mexicana.

«Ha pasado el tiempo y el dolor se ha ido difuminando. Pero eso se ha convertido en honor y en orgullo y es donde estamos ahora», explicaba Cabotà antes de destripar el final del documental: «El Mallorca siempre ganó, lo que pasa es que no lo sabe nadie».