Un numeroso grupo de aficionados espera a Rafael Nadal este sábado a la conclusión de su entrenamiento. | Tolo Jaume

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Rafael Nadal se dispone a pelear por su undécimo título de Roland Garros, pero en realidad se trata del enésimo desafío que afronta en su carrera. Ha convertido en rutinario algo que es excepcional como lo es pelear por la Copa de los Mosqueteros y sólo su capacidad para asumir retos día a día y en su carrera es la que explica que esté en disposición de seguir ampliando su leyenda.

Cuando se cumplen 20 años de la victoria de Carlos Moyà en París hay que tener perspectiva para advertir la hazaña que encara el actual número uno del mundo, que volverá a partir como favorito ante un Dominic Thiem que, a sus 24 años, está llamado a suceder algún día al mallorquín en el palmarés del Grand Slam francés. El balear ya ha alcanzado el objetivo de tener la posibilidad de reconquistar París y no quiere dejar escapar la oportunidad. Sabe que van quedando menos por delante y de ahí que quiera ofrecer una respuesta a la altura.

Del lado de Nadal están el juego, la experiencia, el dominio de una pista que se ha convertido en su segunda casa y su fortaleza mental. Thiem tiene argumentos para poner en jaque al rey de la tierra batida, pero el diez veces campeón de la Copa de los Mosqueteros ha demostrado que negocia como casi nadie las situaciones más comprometidas y que tiene la capacidad para elevar el nivel de su juego en el mismo partido.

El de Manacor pone el listón a una altura que sus rivales pueden sobrepasar en algún momento determinado, pero no pueden jugar por encima de él todo el tiempo que él les exige. Pocos jugadores tienen, además, la visión y la capacidad táctica del mallorquín, que encara el enésimo desafío que representan tanto la juventud de Thiem como reinar de nuevo en Roland Garros. Parece que no hace tanto, aunque fue en 2005 cuando inauguró una cuenta de éxitos que ya forma parte del deporte universal.