Atrás quedaron los días en que un aula significaba pizarras, tizas y montones de libros. La configuración de la educación moderna está orientada a la tecnología para adaptarse mejor a las necesidades de la generación alfa, que requiere un sistema de aprendizaje más receptivo y más personalizado. El uso de la tecnología en las aulas, el aprendizaje personalizado, el boom del emprendimiento y el fomento de la creatividad llevan a cambios muy visibles en la filosofía de la educación en general.
Igualmente, la necesidad de centrarnos en el pensamiento crítico y la resolución de problemas, la mayor sensibilidad cultural y la mayor conciencia medioambiental implican necesariamente una redefinición de la educación y de los espacios en los que se desarrolla. Necesitamos, por tanto, un nuevo modelo de escuela más abierta, digital y flexible y en la que el aprendizaje se desarrolle en múltiples espacios físicos y virtuales, tanto dentro como fuera de la escuela.
Las nuevas tendencias en la educación priman la autonomía de los alumnos y su participación activa y se enfrentan a un gran reto, el aprendizaje personalizado de todos y cada uno de ellos. El profesor debe ser un guía del aprendizaje y se requiere de espacios y procesos de aprendizaje más atractivos y adaptados a las necesidades de los alumnos, entendiendo que cada uno se desarrolla y progresa a su ritmo. No hay que olvidar que, según la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner, todos destacamos de alguna forma especial en algún área en particular y lo que tenemos que hacer es detectar en edades tempranas esas capacidades de los alumnos para poder potenciarlas, enfocándoles posteriormente hacia una carrera profesional acorde a dichas capacidades.
Por ello, es también muy importante que las nuevas tendencias en educación encaminen adecuadamente a los alumnos al mercado laboral considerando las tendencias presentes y futuras en la ocupación, que se han visto alteradas con la pandemia al provocar que muchos trabajadores se replanteen sus esquemas laborales. Los trabajadores son ahora más autónomos, ágiles y proactivos y hay una mayor tendencia a revalorizar sus aptitudes y oportunidades de desarrollo personal. Cada vez hay una mayor concienciación respecto a la necesidad de la formación y adquisición de nuevas habilidades, potenciando el concepto de aprendizaje permanente a lo largo de la vida.
Dentro de esas habilidades destaca la necesidad de competencias digitales avanzadas, pues conceptos como el big data, la robótica, la inteligencia artificial, etc. tendrán un impacto muy alto en el empleo de los próximos años. Cada vez más, las empresas buscarán perfiles profesionales cualificados y con la capacidad de participar en la toma de decisiones, siendo la productividad el mejor indicador de la eficiencia, lo que permitirá una mejor gestión del tiempo (menos horas en el lugar de trabajo) y una mayor motivación y felicidad de los trabajadores. Igualmente se potenciará la movilidad, debido a que la consolidación de las nuevas tecnologías permite trabajar en lugares distintos a la oficina de la empresa, mejorando la conciliación y optimizando la gestión del tiempo.
En resumen, en la educación el foco estará cada vez más en los alumnos, que deben ser el centro de su propio aprendizaje, y en la ocupación el foco estará más en el trabajador y en el aspecto humano de las empresas, pues a raíz de la pandemia los empleados dan más importancia a su vida familiar, a los beneficios sociales o facilidades que les pueda dar su empresa y a un clima laboral agradable. Tenemos dos grandes retos por delante, los alumnos buscan reconectar con su escuela y los empleados quieren reconectar con su empresa; para ello necesitamos una escuela más abierta y flexible y un mercado laboral más humano y que genere más confianza, más perspectivas de desarrollo profesional y relaciones más sólidas y positivas.l