A punto de empezar las vacaciones uno no para de pensar en todos los detalles para que la experiencia sea intensa. Que si las reservas, los billetes, las maletas, los hoteles... Y también hay temores: la visita inoportuna de un pariente, el coche que nos deja tirados en mitad de los Monegros o la tienda de campaña en que teóricamente cabían cinco personas... Pero no nos olvidemos de aquello que puede convertir estas vacaciones en un período realmente inolvidable: el libro que nos vamos a leer.
Hay que dedicar tiempo de verdad a decidir qué libro nos llevamos de vacaciones. Si elegimos bien, salvaremos las vacaciones aunque todo lo demás falle. Así que vamos a facilitar la tarea. Plan A: el Quijote. Sí, sí, el de verdad, el completo, con pocas pero imprescindibles aclaraciones a pie de página (acertarás con la edición de la RAE de 2015). Todo el año oyendo hablar del 400º aniversario de la muerte de Cervantes... ¡es ahora o nunca! El mundo se divide en dos tipos de personas: las que han leído el Quijote y las que no. ¡Este puede ser el verano en que cambies de grupo mundial!
Pero no hay que desanimarse. Tenemos un plan B. Aquí entran pequeñas joyas de las que quizá no presumiremos, pero guardaremos para siempre en el cajón de nuestros mejores recuerdos veraniegos. Helena o el mar del verano (de Julián Ayesta, en Acantilado) es una síntesis perfecta de inocencia y responsabilidad, adolescencia y madurez, alegría y nostalgia. Un día en la vida de Ivan Denisovich (de Solzhenitsyn, en Tusquets) es una evocación imprescindible, realista y sensible del totalitarismo soviético. Una buena estrategia para que el final de las vacaciones resulte menos duro: bastará con comparar nuestras condiciones de trabajo con las del protagonista. Y, por último, una recomendación útil, divertida para padres, hijos, maridos, esposas, jefes y asalariados: las Cartas de un comerciante a sí mismo y a su hijo de George Horace Lorimer (en Homo Legens, Madrid, 2006). Con un sentido del humor refrescante (¡y eso que fue escrito en 1902!) supera largamente en hondura a toda la literatura autoayuda que se puede encontrar las librerías. Es una lectura ideal para aquellas familias en las que alguno de sus miembros va a iniciar su andadura universitaria. La sabiduría y el sentido común que destilan los consejos epistolares del autor a su hijo resultan del todo iluminadores y aplicables a muchas de las circunstancias del joven universitario actual. En fin, ya llegan las vacaciones... ¡a leer, por fin!
Miguel Ángel Belmonte, director del Departamento de Educación y Humanidades de la Universitat Abat Oliba CEU