Los extraños tiempos que nos ha tocado vivir estos últimos meses nos han creado unos temores, inquietudes e incertidumbres que, en algunos momentos, nos han hecho pensar en heridas irreparables al espíritu humano. Aunque es cierto que, a pesar de todo, como sociedad, hemos respondido con sobradas muestras de solidaridad, esfuerzo y firmeza que nos han descubierto grandezas que parecían escondidas a nuestra mirada.
Ciertamente, han sido, y son, momentos difíciles que nos obligarán a seguir sacando lo mejor de nosotros para encarar el futuro inmediato y que, sobre todo a las instituciones, nos exigirán más que nunca estar a la altura en responsabilidad y competencia para dar respuesta a las demandas más básicas de nuestro entorno.
La cultura se ha convertido en un derecho y un alimento espiritual de primera necesidad que junto con la vivienda, la sanidad y la educación conforman la preciada sociedad del bienestar.
En este sentido, el Aajuntament de Pollença ha de ser el impulsor obligado de iniciativas que nos faciliten el reencuentro con la deseada normalidad y que sirvan de inversión pública cultural en beneficio de todos.
La propuesta del artista pollensí Joan Bennàssar para esta etapa de nueva normalidad es, sin lugar a dudas, extraordinaria, valiente y estimulante. En el momento en el que se sugirió, toda la programación expositiva del Museo de Pollença estaba suspendida dada la difícil situación de emergencia sanitaria. Pero como decía antes, es en estas situaciones cuando más falta hace que las instituciones públicas encabecen iniciativas valientes para reactivar la economía local y el bienestar emocional de la ciudadanía. La imagen de Pollença, gracias a la obra de Joan Bennàssar, se abrirá al mundo para dar un mensaje de tranquilidad y para invitar a todos aquellos que nos quieran visitar. Se trata de una exposición grande en el espacio y grande en su mensaje. Joan Bennàssar nos invita a un diálogo humanístico intemporal donde recuperamos los valores esenciales a través de la belleza de la ética, de las relaciones humanas, de los placeres del amor y, en definitiva, de la vida y de sus razones.
Razones humanas nos habla de la fragilidad del futuro y hace hincapié en los lazos que unen a los humanos con un objetivo común. Es una síntesis entre dos espacios: el Calvario y la iglesia del Convento. El uno nos eleva por los peldaños de las fatigas y grandezas del corazón, el otro nos adentra en el foro de los negocios públicos y las leyes. Ambos intentan, ahora más que nunca, responder a las grandes preguntas de lo que es el ser humano.
Como representante de todos los pollensines y pollensinas quiero expresar el más sincero agradecimiento a Joan Bennàssar por su contagiosa ilusión y esfuerzo en hacer posible este particular viaje a Ítaca.