Imagen y textura, algo tiene la madera vieja que atrae nuestras miradas desde tiempos inmemoriales. Expuesta a los elementos, se resiste a sucumbir. Se hereda, aparece en los lugares en los que el hombre tuvo algo que aportar, y se mantiene viva, por más que esté bien muerta. A su alrededor, cuerda y hierro sucumben con más facilidad al paso de las estaciones. En la era del plástico, este material ha ganado nobleza. Su presencia impone algo en nuestro sentir porque nos recuerda épocas en las que o era madera o no era nada. La desaparición de los bosques en el planeta, o el respeto que ahora imponen, ha arrinconado el uso, lo ha hecho más exquisito, lo que contrasta con el hecho de que aparece, de repente, en los lugares más insospechado, como éste tocho de la zona de Can Marroig, en Formentera, que aguanta estoico fríos y calores, humedades y sequedad.