Esther López Barceló, autora de 'Cuando ya no quede nadie' | EVA MÁÑEZ

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«¿Qué tipo de sociedad somos si le ponemos problemas a alguien para que recupere los huesos de una madre o de un padre que ha sido asesinado? ¿Cómo es posible que después de cuarenta años de democracia sigamos todavía con la impunidad del franquismo tan vigente?», se pregunta la escritora y divulgadora cultural Esther López Barceló en las páginas de su primera novela, 'Cuando ya no quede nadie' (Grijalbo, 2023).

El libro busca «ampliar el foco de una historia familiar concreta» para mostrar «qué pasa cuando un país carece de memoria», al tiempo que rinde homenaje a las víctimas de la dictadura y «la lucha de sus familiares por la memoria». «Quiero que la memoria sea una herramienta para hacer avanzar la sociedad. La memoria no es pasado, es futuro; y hacer memoria es estar avanzando», defiende López Barceló en una entrevista concedida a Europa Press.

«La memoria es la identidad, porque sin memoria no somos», subraya la escritora, quien, a través de las vidas de sus protagonistas femeninas, continúa con su tarea de recuperación de la memoria histórica española para «mostrar qué pasó en esos años de posguerra, esos primeros años de posguerra, que fueron los más cruentos por parte de la dictadura».

En 'Cuando ya no quede nadie', subraya su autora, «la ausencia de las víctimas del franquismo está completamente presente». «Son ausencias presentes porque sus familias siguen, generación tras generación, heredando esa pérdida y reivindicando la exhumación de sus restos (...) para sacar sus huesos y hacerlos reposar en un nicho limpio donde ya los no toquen las manos de los verdugos».

Esther López Barceló sitúa una parte de la novela en 2007 -«antes de la aprobación de la ley de memoria histórica de Zapatero»- para escribir sobre aquellas primeras personas que, «sin ningún tipo de garantía, comienzan a reunirse en soledad» para exigir que se llevaran a cabo las primeras exhumaciones de víctimas del franquismo enterradas en fosas comunes.

«Se ha avanzado mucho desde entonces, sobre todo con las leyes autonómicas», remarca, pero lamenta que «ha quedado claro que en el ámbito de la justicia (para las víctimas) nunca se va a tocar nada». «En mi país nunca podrá haber un 'Argentina 1985' ni un fiscal Strassera que abra una causa penal contra los verdugos. Estamos hablando de sentar un relato oficial que se ponga de parte de las víctimas y nunca más de los criminales», censura.

"épica de las vencidas"

La escritora reconoce que quería «contar cómo en la posguerra las mujeres resistieron y sacaron a sus familias adelante» con «sus armas domésticas, las únicas herramientas con las que contaban». Critica que la historia haya relegado sus vidas a la «subalternidad»: «Las situaciones pusieron a estas mujeres en una tesitura en la que tuvieron que elegir, y la gran mayoría de veces eligieron la dignidad».

Esther López Barceló afirma que quiere «contribuir» a escribir la «épica de las vencidas» que comenzaron hace algunas décadas algunas escritoras españolas, entre las que nombra a Dulce Chacón y su 'Voz Dormida' o a Almudena Grandes y 'Los episodios de una guerra interminable'. «Quería hacer un homenaje a todas esas madres y abuelas, doblemente silenciadas y victimizadas», apunta, al tiempo que defiende que es «de justicia devolverles el espacio que nunca tuvieron».

'Cuando ya no quede nadie' bebe de la «genealogía» de la escritora que incluye en su novela «las historias que nos contaban nuestras abuelas, siempre creyendo que no tenían importancia, susurradas en esa luz tenue de la cocina». Recurre a sus recuerdos de infancia para reflejar esos momentos en los que las abuelas «contaban situaciones terribles» y poner en valor la«red de sororidad que las hizo sobrevivir tantas veces».

Entre las violencias específicas que afectan a las mujeres, subraya que «quería mostrar esa violencia sistémica que es la violencia de género, también ejercida desde la izquierda patriarcal». Así, con la creación de un personaje inspirado en Ana Orantes, consigue un doble objetivo: «Recuperar su historia, que es la historia del feminismo de este país» y «darle una segunda oportunidad».

"cualquier obra es un homenaje a mi madre"

La novela toma como punto de partida experiencias reales de la autora y sus familiares: «Es una forma de revivir mis fantasmas». En este sentido, explica que llamó a los personajes de Pilar y Gabriel como sus «iaios» para «hacerlos protagonistas» y «convertirlos en personas eternas». «Necesitaba que ellos, que fueron personas con nombres en minúscula para la historia, pasaran a tener nombres y apellidos en mayúscula, en letras doradas en mi libro», expresa.

Para plasmar la relación «tan importante» que mantiene con su madre, señala que escogió que los personajes de Pilar y Ofelia -madre e hija- se profesaran un «amor que está completamente basado» en sus «emociones» y su propia relación maternofilial. «Para mí, cualquier obra que escriba sería un homenaje a mi madre», asevera la autora, quien rinde «homenaje» a la faceta de poeta de su madre al incluir unos versos suyos: «Me apetecía profundamente poder darle espacio a la voz de mi madre».

La escritora incluye también numerosos hechos históricos de la guerra civil y la posguerra, así como la recuperación de las biografías de las víctimas. «Quería que sus nombres no se borraran de la historia», reivindica. Y, entre ellos, un nombre se repite en las páginas en un «homenaje debido como alicantina» a la figura del poeta oriolano Miguel Hernández. «'Cuando ya no quede nadie' queda como una metáfora de que, cuando ya no quede nadie, al menos quedarán estas páginas», plantea.

"olvido", "silencio" y "miedo"

Entre las «obsesiones» en las que Esther López Barceló ha indagado «sin premeditarlo» en este libro, la propia autora apunta hacia la muerte: «Me interesaba, antropológicamente hablando, reflejar cómo abordábamos la muerte antes y cómo la abordamos ahora». «Cómo somos capaces de sobrevivir a la muerte de los padres me parece un tema importantísimo, y quería contar esa orfandad, el quedarse a la intemperie y cómo abordarlo», recompone.

«El olvido te deja a la intemperie» y «el silencio pudre los recuerdos», reflexiona la escritora, que explica que en 'Cuando ya no quede nadie' quiso hablar sobre las «décadas de silencio obligado» y «miedo» que se sucedieron en las familias españolas durante y después de la dictadura franquista.

En esta línea, resalta que en la novela estos elementos «también son importantes en términos literarios», porque «el silencio está marcado por un secreto que no se desvela hasta la última frase del último capítulo». «A pesar de que los lectores crean que el silencio ha acabado verán que los silencios a veces son tan profundos que, cuando crees que ya estás viéndolo todo, todavía tienes que seguir ahondando», avisa.