Más de 2.000 niños y adolescentes participan en los campamentos de verano de vinculadas a la Iglesia en Aragón. | OFICIA

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Los campamentos organizados desde entidades vinculadas a la Iglesia en Aragón suman más de 2.000 participantes, repartidos en algo más de 20 acampadas, todas ellas llevadas a cabo por voluntarios.

Cofradías, colegios, parroquias y organizaciones, como Acción Católica, Scouts o Movimiento Familiar Cristiano, planifican cada año acampadas, colonias y campos de trabajo a lo largo y ancho de la comunidad aragonesa.

Llenar el tiempo libre con el aprendizaje de valores como la solidaridad, el respeto a los demás, el cuidado del medio ambiente o el compromiso con las tareas cotidianas es el objetivo de las decenas de campamentos que se organizan por las instituciones católicas en la comunidad autónoma, ha informado la Oficina de Comunicación de la Iglesia en Aragón en una nota de prensa.

Según ha señalado, son días de esparcimiento, pero también de conocimiento en un entorno natural o rural que les permite aprender a vivir felices con lo básico.

«Lo que nos distingue es que, además, aportamos la formación espiritual; que los más jóvenes maduren su fe en compañía de otros de su edad y la vivan en comunidad y de forma distendida y en un ambiente de fraternidad», ha explicado la monitora del Campamento de Acción Católica General en la Diócesis de Teruel y Albarracín, Nuria García.

«Son días de esparcimiento, pero también de conocimiento en un entorno natural o rural que les permite aprender a vivir felices con lo básico. ¡Y sin móviles!», ha comentado esta catequista, que lleva ya más de dos décadas organizando acampadas.

Cifras previas a la pandemia

En la Archidiócesis de Zaragoza, el grupo más numeroso de campistas lo integran los Scouts, que suman casi medio millar repartidos en varios campamentos organizados a lo largo de quincenas durante los meses de julio y agosto.

«Este año hemos recuperado las cifras previas a la pandemia», ha apuntado la técnico de Scouts Aragón, Nieves Lázaro, y «volvemos con plena normalidad a las actividades». Eso sí, con un coste superior al de otros años. «Todo ha subido de precio: el transporte, la alimentación, los baños», ha comentado la coordinadora.

Una dificultad que se suma a la nueva normativa autonómica de acampadas juveniles, que este año es mucho más restrictiva debido a la sequía que se vivió durante el otoño e invierno y que hizo que las condiciones para poder instalar un campamento en zonas de arbolado se endurecieran considerablemente.

«Nosotros no hemos podido ir este año a la zona de Lomas Altas, en Alcalá de la Selva, y hemos tenido que organizar todo en la Escuela Hogar de Cantavieja», ha expuesto Nuria García. «La geografía aragonesa permite organizar este tipo de actividades en entornos naturales de gran belleza, que cuentan además con un clima más propicio para el ejercicio y el descanso», ha agregado.

Las localizaciones de los campamentos abundan en Aragón, desde las sierras turolenses hasta el Pirineo, donde más se concentran este tipo de actividades. Hecho, Siresa, Ansó, Benasque o Aratorés son algunos de los enclaves elegidos por las parroquias y organizaciones sobre todo de la diócesis zaragozana.

Colonias urbanas

En algunos casos, también se preparan colonias urbanas, como en el caso de Huesca, con la iniciativa 'Tras sus huellas', que organiza la delegación de Pastoral Juvenil de la Diócesis de Huesca. «Se trata de una propuesta para jóvenes que sirve como motivación para descubrir y ayudar a cuidar el patrimonio de su ciudad», ha informado desde la Delegación de Medios de la Diócesis oscense, Miguel Barluenga.

Además de los trabajos arqueológicos, habrá ratos de convivencia, ocio, reflexión y oración, «algo fundamental en este tipo de actividades», como ha detallado Pedro Sauras, desde el campamento de monaguillos que se organiza en San Jorge, al lado de Almudévar, y que cuenta con 40 participantes este año.

El voluntariado es clave

Los campamentos organizados desde organizaciones vinculadas a la Iglesia en Aragón son llevados a cabo por voluntarios. «No es sólo el trabajo de 15 días, sino de casi todo un año preparando las actividades y, posteriormente, evaluando lo vivido para seguir mejorando», ha destacado la directora del campamento Scout de Estopiñán del Castillo, Andrea Mato.

En este sentido, además, son muchos los educadores que se forman realizando las prácticas para obtener el título de monitor de campamento. El problema es que, desde la pandemia, «ha descendido mucho el número de personas que se ofrecen como voluntarias» para este cometido. Participar como voluntario exige muchas veces dedicar buena parte de las vacaciones o trasladarlas de fecha para hacerlas coincidir con el campamento.

«El sentido de procurarse autocuidado que ha cundido tras la COVID ha mermado las filas de voluntarios. Hay una generación de jóvenes que desconoce que cuidando a los demás también se obtiene una gratificación personal enorme», ha reflexionado Andrea Mato, quien ha hecho un llamamiento a las familias para que se involucren también, «al menos en la parte logística», que tanto trabajo supone.