Natxo Frisuelos dirige una escuela de pintura en Calvià, donde
la principal asignatura que imparte es el retrato. Su andadura
artística comenzó cuando era niño, de la mano de su propio padre,
que había sido estudiante de Bellas Artes. Frisuelos-hijo tomó en
su día el relevo, convencido de que su futuro profesional sólo
podría realizarse a través del arte, mientras que para su
progenitor la pintura nunca pasó de ser una gratificante
afición.
A los cinco años, Frisuelos mostró por primera vez ante el
mundo, "entonces, su familia", un primer cuadro, «un pequeño
bodegón al óleo que dejó a todos alucinados. Al principio creyeron
que se trataba del entretenimiento de un niño precoz, pero al ver
cómo evolucionaba, admitieron, sin la menor duda, que la pintura
era mi verdadero camino profesional». Al principio sus padres
pensaron matricularle en Bellas Artes, pero descubrieron la
academia de Torrens Lladó, donde él fue ahondando en los secretos
anímicos de la figura humana.
A partir de ahí, su universo se centró en el retrato y el
desnudo. Para ello tuvo que afilar con sutileza su capacidad de
observación, atento a que al trabajar la expresión de un rostro hay
que saber diseccionar el alma, cuyos secretos se abren al exterior
de la mirada. «El academicismo fue un trámite cortísimo que
contribuyó con efectividad a que encontrara más pronto mi propio
camino».
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