Caty Juan, ayer en la presentación de la muestra. Foto: TOMÁS MONSERRAT

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Caty Juan, artista polifacética, pertenece a ese grupo de mujeres que en el pasado siglo XX tuvieron que abrirse camino a contracorriente. Pintora sobre todo, pero también escultora, ceramista o escritora, trabajadora incansable, recibe ahora el homenaje a toda una vida dedicada a la creación con la exposición retrospectiva que esta tarde se inaugura en el Casal Solleric en la que unas 80 obras dejan constancia de la evolución de una fructífera carrera.

«Mujer valiente», como la definió Neus Cortés, comisaria de la muestra, los inconvenientes del tiempo que le tocó vivir no la arredraron. Como artista viajó a París, donde «comía en el Louvre para no perder tiempo» y allí se empapó de las vanguardias históricas, que reinterpretó con su peculiar estilo. Y formó parte del grupo Tago, que al final de los años cincuenta significó una ruptura de planteamientos en el conservadurismo local para un grupo de jóvenes artistas. Fue esta una época de abstracción informalista en su trabajo, que luego abandonó para volver a la figuración casi de forma casual. «A la abstracción le debo muchísimo, me abrió otra ventana», comentaba ayer esta artista, que se define «pintora creacional», que cree más «en el trabajo que en la inspiración» y que se confiesa una «apasionada del dibujo».

Admiradora de Picasso y Miró, pero también de Van Gogh y Cezanne, su capacidad creativa está presente en colecciones públicas y privadas de Europa y América. «Nunca he dejado un cuadro sin acabar, nunca he roto un cuadro», asegura.