Escucharle hablar de danza genera deseos de acudir a un espectáculo
de ballet. Maestra de bailarines y coreógrafos, luchadora
empedernida, su impronta quedará en generaciones. Es Alicia Alonso,
una mujer imbatible que no quiere decir cuál es su edad pero que
asegura vivirá hasta los 200 años. Los mallorquines tienen hoy la
posibilidad de ver su trabajo al frente del Ballet Nacional de Cuba
en el Auditorium. En el escenario, un clásico, «El lago de los
cisnes», al que ha transmitido su visión sin modificar los orígenes
porque se declara respetuosa de la tradición como legado, aunque
nunca eludió los retos de la nueva creación. Porque, asegura,
«danza sólo hay una, la buena y la mala».
Dice que su versión de «El lago de los cisnes», una producción
que sólo se ha visto en Cuba y en Valencia, será «más aérea, ligera
y fresca» gracias a un vestuario diseñado por Francis Montesinos y
una escenografía de Ricardo Reynema. «El vestuario de Montesinos se
sale del clásico, más pesado, de tela gruesa, es más fresco y
agradable. La coreografía es más rica, por lo que se da un
contraste». Alicia Alonso, por supuesto, es la coreógrafa. Da mucha
importancia a los diseños de Montesinos porque la ligereza de los
mismos «influye en los bailarines, que danzan con un sentido
interior de la proyección».
De manera «consciente o inconsciente», comenta, los movimientos
de quienes están sobre el escenario «se adecúan a los del vestido,
éste tiene que bailar con uno». Todo lo que les rodea, el mundo,
explica, influye en bailarines y coreógrafos. Por eso habla de lo
tecnificada que se ha vuelto la vida y no renuncia a esta
modernidad ni a los cambios. «Todo es bueno, todo lo que pueda
servir, no podemos vivir en la luna». También cree que los
artistas, como ella, tienen la obligación de dejar para el futuro
«obras maestras» exponentes de su tiempo. Lo que no le gusta es que
se de la vuelta a los clásicos. «La actualidad ofrece muchas
posibilidades para crear», reflexiona.
Ella ha hecho cambios sutiles en «El lago de los cines»,
modificaciones «que están más en los ojos, no son profundas». «Si
quisiera hacer otro lago no podría competir con el original. ¡La
vida da tantos temas!, debemos probar y probar». No imagina una
versión de esta pieza de ballet en «la que los bailarines fueran
con frac, bombín y patineta» porque, en danza, el siglo XX
«comprobó el valor de los grandes clásicos, grandes valores de la
cultura de la danza. La historia no es para eso; la música,
tampoco; porque ¿quién puede mejorar a Bach, a Chaikovski?».
Insiste en que «cada año nacen muchos niños, hay mucha gente que
nunca ha ido al ballet y tiene derecho a ver a los clásicos, es la
cultura de la humanidad, hay que enriquecerla pero no virarla al
revés». El público es un juez sabio: «Tiene un olfato tremendo». No
podía faltar la alusión a España, donde trabajó y sigue haciéndolo.
«Ustedes producen muy buenos bailarines pero falta una gran
compañía de clásico». Alicia Alonso no desespera. «Ya llegara».
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