Los monotipos de Gottlieb, exposición del Museu d'Art Espanyol Contemporani de la Fundación Juan March.

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LAURA MOYÀ
El verano es mecenas de muchos tópicos. Calor, sol, playa, vacaciones, relax. Pero, ¿significa cultura, museos, fundaciones o galerías? Meses tan estivales como julio y agosto parecen destinados a dejar de lado estos espacios para adentrarse en otros más ociosos. No es del todo cierto, incluso podría decirse que se puede apreciar un aumento de las visitas al mundo del arte, sobre todo gracias a la presencia de los turistas. Una radiografía de la afluencia de público permite despejar las dudas.

El Museu d'Art Espanyol Contemporani de la Fundación Joan March acoge durante los meses de junio, julio y agosto a turistas. «Los residentes disminuyen por esa época del año», según fuentes del museo. Una cifra aclara este dato: de 8.223 personas que se acercaron a este espacio en lo que va de agosto, 5.737 fueron extranjeros. La afluencia de público aumenta en invierno gracias a los escolares.

La Fundació Pilar i Joan Miró mantiene una política semejante. «Un 94 por ciento de la gente que viene a ver nuestras exposiciones durante el verano es de fuera de la Isla», dice Antonio Prieto, administrador de la fundación. Incluso se amplía el horario para adaptarlo a los extranjeros porque «mantener el de invierno significaría una disminución de visitantes». Durante todo el año, su público es estable. La causa: las visitas escolares. Por su parte, los responsables de la Fundació La Caixa afirman que «siempre contamos con el mismo número de visitas. Aumentan cuando tenemos alguna exposición».

Una realidad que rompe con el tópico es el Centre Cultural Contemporani Pelaires. «Durante los meses estivales vivimos un importante aumento de visitantes», explicó Josep Pinya, propietario. En invierno, entre 10 y 15 personas ven las muestras. En verano, se incrementa hasta las 70 u 80. «Un 5O por ciento son extranjeros que entran atraídos por el patio mallorquín y se quedan a ver la exposición», según Pinya. Algo semejante sucede con el Casal Solleric. Al estar situado en un sitio céntrico, Es Born, muchos turistas se paran para ver la casa y, de paso, las muestras. «Alargamos nuestro horario en función de nuestro público potencial». También mantienen una misma línea de afluencia ya que, en invierno, los residentes toman el relevo de los turistas.