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Una de las líneas de creación que fomenta la Fundació Pilar i Joan Miró a través de sus talleres es la obra gráfica, aspecto que fue muy importante en el trabajo del artista, creador de importantes series sobre este soporte al que dedicó buena parte de su creatividad e investigación personal. Miró se inició en el grabado en 1932 con tres aguafuertes para un texto del poeta Georges Hugnet. Ahora, una parte de las planchas de las que salieron algunos de sus grabados acaban de pasar al fondo de la entidad mediante una donación hecha por sus familiares.

Desde ayer, la Fundació cuenta con sesenta y una planchas de cobre y dos de madera, lo que supone un material de primera mano para seguir profundizando en el Miró grabador, faceta de este creador que la institución ya dio a conocer, en parte, con la exposición «Miró-Barbarà. Processos del gravat», producción del centro que se mostró entre el 14 de mayo y el 30 de octubre de 1999.

La intención de los responsables de la Fundació respecto a este material es la de «darlo a conocer al público una vez se haya catalogado y estudiado», comentaron ayer a este diario. Será una labor que «llevará su tiempo», añadieron, como ocurrió con las planchas que integraron otra donación de la familia Miró y de Joan Barbará, grabador catalán con el que Miró colaboró estrechamente en su taller mallorquín entre 1976 y 1979. Este material formó parte de la exposición antes citada.

De lo que significó el grabado en el universo mironiano escribió Tristàn Barbarà, comisario de la muestra de 1999, en el catálogo: «El grabado implicaba, según él, una actividad que se tenía que realizar en sociedad y para la sociedad, dada la repercusión que podía tener». Según destaca Barbarà, Miró creía firmemente en que el grabado podía contribuir a que «el arte llegara a ser patrimonio de todos». A partir de las técnicas tradicionales, que asimiló, el artista creó un modo de hacer «personal y libre» que las planchas en poder de la Fundació pueden explicar al público.