Las primeras palmas de la noche se oyeron antes de que empezara el
concierto, cuando los espectadores empezaron a calentar la noche
con su propio salero. Rosario les dio el relevo veinte minutos más
tarde de lo previsto y acabó de caldear el ambiente. «Al son del
tambor», un homenaje a su padre El Pescaílla, fue la tarjeta de
presentación de la pequeña de los Flores.
La rumba catalana, el bolero, el flamenco, el pop e incluso
algunas notas de soul fueron desgranándose a lo largo de la noche,
sones siempre acompañados por las palmas de un público muy numeroso
y entregado. Gente de todas las edades, desde bebés hasta algún que
otro abuelo, bailaron y palmearon las canciones. Los primeros coros
se oyeron con «Sabor», del primer trabajo de la cantante, y
continuaron con «Mi gato».
Los brazos y las manos protagonizaron algún que otro momento de
la velada, ya que más de uno se arrancó por bulerías, sobre todo
con los temas más rockeros. Una de las baladas del último trabajo,
«Como quieres que te quiera», fue presentado por una frase de amor
de Rosario: «Mi corazón es vuestro». Se trata de sólo un ejemplo de
la simpatía que demostró la cantante y que agradó a todo el
mundo.
Los balcones también se llenaron y se convirtieron en
improvisados salones de baile. A la mitad del concierto empezaron a
aparecer los primeros imitadores del movimiento de caderas de la
cantante, justo en el mismo instante en que Rosario recordó a su
familia mallorquina, dedicando «Qué bonito», de su segundo trabajo,
a una tía suya que vive en la isla.
El concierto llegó a su fin tras una hora y veinte minutos de
música de la misma manera que empezó, «Al son del tambor». A los
espectadores les supo a poco y reclamaron un poco más de música,
que no se ofreció. Rosario acabó despidiéndose sin bises tras
recorrer toda su trayectoria en el mundo de los sonidos.
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