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IVÀN TERRASA - MADRID
Camerinos del teatro La Abadía de Madrid. Pep Tosar rasga abstraído las cuerdas de un guitarró, reclinado en un diván, mientras Joan Bibiloni habla por el móvil frente a un espejo, mirando de reojo una caja blanca repleta de bombones. Faltan cuarenta minutos para el inicio de la función, la que será su última representación de Revés en la capital. «La principal razón de haber traducido esta obra al castellano es que el montaje salga rentable», reconoce Tosar. «Hemos hecho más representaciones en castellano en un mes que en mallorquín durante un año».

Teatre de Ciutat, que ha cosechado un sonoro éxito con esta representación de cuatro cuentos del escritor italiano Antonio Tabucchi, sigue adelante con la demanda judicial interpuesta al CIM que, según Tosar, les adeuda un millón de pesetas. «Creen que este dinero no nos hace falta, que somos ricos, pero es todo lo contrario porque el millón que nos deben ya está invertido», explica. Mientras el actor se queja del «profundo desconocimiento» de las administraciones insulares en cuestiones de teatro, Joan Bibiloni deja el teléfono, se sienta junto a Pep, agarra una guitarra y empieza a tatarear un fado.

La escenificación de «Revés» en Madrid ha tenido una enorme repercusión. La crítica nacional no ha escatimado elogios a la actuación de Pep Tosar, como por ejemplo «el actor con el que todo director quisiera trabajar», y la música e interpretación de Joan Bibiloni. «Me siento como un niño con zapatos nuevos», asegura el cantautor de Manacor. «Mi papel extramusical me ha salido casi sin querer, es halagador que los temibles críticos madrileños hablen tan bien de nosotros».

Una hora y cuarto después, tras la representación, el público les obliga a salir a saludar hasta cuatro veces entre una salva de aplausos que dura varios minutos. De vuelta al camerino, Bibiloni se engancha otra vez al teléfono móvil mientras Tosar se cambia de ropa. «No, no hay diferencias entre el público mallorquín, el catalán y el madrileño. Y que el texto sea en castellano apenas encierra cambios aunque, claro, a mí me gusta más en mallorquín», confiesa Tosar.

Durante 30 días Pep Tosar y Joan Bibiloni han llenado las tablas y las butacas de La Abadía, uno de los teatros más importantes de Madrid. A punto de iniciar una gira por Portugal, ambos desean que las autoridades mallorquinas se interesen definitivamente por una obra que obtiene fuera de la isla el reconocimiento que en ella se le niega. «En este caso estamos haciendo bueno aquello de que nadie es profeta en su tierra», sentencia Tosar, antes de abrir su paraguas y salir junto a un Bibiloni con albarcas a la lluviosa noche madrileña.